El FBI vigiló a Marilyn Monroe por sus opiniones políticas progresistas

En 2012 se publicaron los archivos que documentan las vigilancias del FBI sobre Marilyn Monroe. El control sobre la actriz comenzó en 1955, cuando solicitó un visado para viajar a la Unión Soviética, y se centra principalmente en sus viajes y reuniones, buscando sus vínculos con los comunistas.

El FBI nunca encontró pruebas de que fuera miembro del Partido Comunista. Sin embargo, los policías estaban especialmente preocupado por los contactos de Monroe con personas que tenían un historial políticamente progresista. Durante el maccarthismo cualquier posicionamiento crítico era equiparado al comunismo y a la URSS.

Los últimos documentos del archivo están fechados en 1973, más de una década después de su muerte por sobredosis de barbitúricos el 4 de agosto de 1962, cuando tenía 36 años de edad.

Según los archivos del FBI, Marilyn estableció contacto con el expatriado estadounidense Frederich Vanderbilt Field, que residía en México. Field había sido desheredado por su familia por sus opiniones progresistas.

En su autobiografía, titulada “De la derecha a la izquierda”, Field escribió sobre los fuertes sentimientos de Monroe por la justicia: “Nos habló de sus fuertes sentimientos por los derechos civiles”, escribió, “por la igualdad de los negros, así como de su admiración por lo que se estaba haciendo en China, su ira por la caza de brujas contra los rojos y el macartismo, y su odio a J. Edgar Hoover”, el director del FBI.

Según los archivos del FBI, el último viaje de Marilyn a México fue varios meses antes de su muerte el 19 de febrero de 1962.

Otra razón por la que Monroe fue incluida en la lista del FBI fue su relación con el dramaturgo progresista Arthur Miller, que más tarde se convertiría en su marido. En 1955 empezó a salir con Miller, que ya estaba en la lista negra por sus opiniones políticas.

En 1956 Miller fue citado por el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes tras intentar renovar su pasaporte. A principios de los años sesenta, el FBI estaba convencido de que Monroe no estaba afiliada al Partido Comunista. “Sus puntos de vista son de izquierda de manera muy positiva y concisa; sin embargo, si es utilizada activamente por el Partido Comunista, no es de conocimiento común entre quienes trabajan con el movimiento en Los Ángeles”, escribió un policía en un informer dirigido a Hoover.

La obsesión del FBI por Marilyn Monroe se basaba en el hecho de que era una de las estrellas de Hollywood más populares, con una base de seguidores de millones de personas en Estados Unidos y en el extranjero, que podrían haberse visto afectadas por sus opiniones políticas.

El comentarista de radio, Walter Winchell, llegó a emitir un artículo en el que decía que la actriz era “la favorita de la intelectualidad de izquierdas, varios de los cuales figuran como frentistas rojos”.

La propaganda de Hollywood eliminó esa imagen y la sustituyó por otra: Monroe era una “rubia tonta” que sólo atraía por su físico. Sin embargo, se trataba de una persona sensible e inteligente. Al proceder de la clase trabajadora, se mostró siempre preocupada por la igualdad y la justicia.

La trituradora capitalista la trató siempre como un objeto sexual y una máquina de hacer dinero. Finalmente acabó matándola. Sería bueno romper el cliché trillado que ha legado la propaganda burguesa.

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