Durante 24 años, Mike German trabajó como agente especial del FBI. En 2004 dimitió tras denunciar la deriva de la lucha antiterrorista en Estados Unidos. Tras los atentados del 11 de setiembre de 2001, localizar terroristas se ha convertido en la prioridad número uno. Sobre el terreno, los informadores tienen como objetivo identificar células terroristas antes de que pasen a la acción. Bajo presión, algunos habrían sido llevados a crear células integristas, pieza a pieza.
Mike German describe un sistema muy rodado: la agencia atrae musulmanes a sus filas con ayuda de agentes infiltrados que les empujan a hacer apología de actos de terrorismo. En esas células identificadas por la agencia, no hay ni armas, ni recursos, ni complot antes de la llegada de esos informadores, dispuestos a insuflar, palabra a palabra, los delitos por los que serán condenados.
El antiguo agente explica a la periodista Virginie Vilar el método puesto en marcha por el FBI, dispuesto a suministrar las armas, el dinero así como los planes de ataque. Para él se trata de “una fábrica de asuntos”. También es la conclusión de un informe de la ONG Human Rights Watch publicado el 21 de julio de 2014.
Para dirigir la “guerra contra el terrorismo” lanzada por el presidente Georrge W.Bush, el presupuesto del FBI ha aumentado considerablemente. Supera los 3.000 millones de dólares anuales. Para Mike German no caben dudas: la agencia se rige por una “política de cifras”. Necesita culpables a toda costa. “Se diría que el FBI trata de mantener el miedo en la opinión pública y el Congreso, que decide darles el dinero y el poder”.
“La comunidad musulmana es sospechosa por norma”, continúa. “Enviando informadores, el FBI lleva varias infiltraciones en esta comunidad, no solamente para fabricar falsos complots terroristas, sino también para espiar a los musulmanes, simplemente”. Poner en el punto de mira a una comunidad por su práctica religiosa es, según él, un acto injustificable en una democracia.
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