Es lo que ocurrió en la transición. La democracia se viste mejor con partidos que con Versace, así que en 1976 el Estado fascista se lanzó a inventarlos para dejar de ser catalogado como tal, y cuando a los partidos que creó se les acabó la gasolina, volvió a inventar otros nuevos, que reunían lo peor de los anteriores.
La historia se acelera por momentos y, de vez en cuando, el viejo Estado de 1939 tiene que pasar la ITV, aunque más que un cambio lo que necesita es un recambio. Este es el origen de ese gazpacho indigesto que llaman “Podemos”.
Ayer su cabecilla Pablo Iglesias habló en Sant Adrià de Besòs con el estilo sucio y canallesco que le caracteriza, a él y a sus secuaces. En este caso siguió la corriente de darle la vuelta al “procès”, poniendo a las víctimas como victimarios, o lo que es lo mismo, haciendo lo que mejor se les da: lavar la cara al Estado fascista y centralista.
Cualquier comentario canónico sobre “el procès” sigue tres fases. Primero hay que sacar de la foto al Estado, como si no tuviera culpa de nada de lo que ha pasado. Después sigue un ataque dirigido contra “los independentistas”, para acabar arrinconando el problema, que no son “los independentistas”, como estos sicarios tratan de hacernos creer, sino el pueblo de Catalunya.
Ocurre lo mismo cuando hay una huelga en una fábrica, que siempre sigue esos tres pasos en falso: la culpa nunca la tiene la empresa; el problema son los sindicatos que la convocan porque les va el follón; los obreros y sus condiciones laborales no pintan nada.
Es el estilo fascista desde que en 1936 los republicanos se rebelaron contra no se sabe qué, ni quién. El mundo aparece siempre del revés.
Pero ayer Iglesias dio algunos pasos más en su estilo de ponerlo todo del revés y dijo que los independentistas habían “fracasado” al prometer algo que no podían lograr y que tendría consecuencias negativas para Catalunya y toda España.
Iglesias da una de cal y otra de arena. Evidente que los independentistas no podían lograr su objetivo, pero hay que explicar los motivos de ello. No será porque no lo han intentado sino porque el Estado fascista ha hecho todo lo que estaba a su alcance para impedirlo de la manera acostumbrada: a palo limpio.
La segunda parte de su afirmación es falsa: el “procès” no ha tenido ninguna consecuencia negativa, ni para las masas de Catalunya ni para las de España, que han avanzado en un mes lo que no habían hecho en 40 años de falsa transición política.
Esta segunda afirmación enlaza con la siguiente falsedad: la de imputar a los independentistas que hubieran “contribuido a despertar al fantasma del fascismo”, aunque no lo pretendieran, añade para suavizar un poco su estupidez. Aquí es donde aparece el típico estilo “Podemos”, donde ya todo es mercancía averiada:
(A) El fascismo no es ningún fantasma sino una realidad bien candente, tanto en España como en toda Europa (como es bien sabido)
(B) El fascismo no ha despertado, siempre estuvo en vela, como comprobamos en los últimos crímenes cometidos, empezando por Carlos Palomino y acabando por Jimmy, cuyo tercer aniversario acaba de cumplirse ahora
(C) Lo mismo que en la transición, durante el “procès” el Estado ha puesto a sus perros (los mismos de siempre) en primer plano para frenar al movimiento, pero eso es lo propio de este Estado, no de los independentistas, que son sus víctimas
(D) A lo largo del “procès” los únicos que reivindican son los catalanes; los fascistas no reivindican nada porque desde 1939 ya lo tienen todo
(E) El “procès” no ha abierto ninguna herida que no existiese de antemano, quien está herido en sus derechos no es el Estado sino el pueblo catalán
(F) Esa herida no se puede cerrar ni se cerrará nunca con la abdicación de Catalunya de sus derechos sino con la destrucción del Estado que la mantiene abierta
(G) La llamada de Pablo Iglesias para un “voto de la reconciliación” en las próximas elecciones autonómicas de 21 de diciembre huele a viejuno, a una transición gastada y agotada precisamente por culpa de que siempre nos obligan a los demás a tener que reconciliarnos con nuestros enemigos de clase
Por nuestra parte acabamos ya de la única manera que se nos ocurre: Iglesias vete a la mierda.
Exáctamente lo mismo que ocurre en el trabajo: son amables mientras aceptes todo lo que quieran, cuando les plantas cara se muestras tal y como son y te joden la vida. Precisamente por eso interesa plantarles cara, porque les fuerzas a mostrarse tal y como son, y por el camino vas encontrando amigos.