Kim Jong-nam |
Lo más probable es que hayan leído o escuchado la “noticia” en uno de esos medios infames que nos taladran la cabeza. No le falta el más mínimo ingrediente. Recordemos: un ciudadano norcoreano que lleva un pasaporte diplomático a nombre de Kim Chol fallece en una ambulancia durante el trayecto al hospital de Kuala Lumpur después de haber sido víctima de un ataque al corazón en el aeropuerto.
Pero la prensa surcoreana, la misma que difundió la “noticia” del fusilamiento a cañonazos del Ministro de Defensa, asegura al día siguiente que el fallecido no es quien dice el pasaporte sino Kim Jong-nam, hermanastro del “dictador” de Corea del norte y que ha sido asesinado con gas tóxico.
Una prueba de ADN hubiera podido establecer la verdadera identidad del fallecido, pero el artículo 40 del Convenio de Viena sobre relaciones diplomáticas lo prohíbe sin la previa autorización del país que expide el pasaporte, en este caso la República Popular y Democrática de Corea, que se niega a ello.
De manera que es imposible saber quién miente y quién dice la verdad, aunque conocimiendo los antecedentes del cañonazo lo podemos sospechar…
Además de negarse a la prueba, el gobierno de Corea del norte exige algo a lo que tiene derecho, según las normas internacionales: la entrega del cadáver, a lo que Malasia se niega.
Violando por segunda vez el derecho internacional, Malasia procede a la realizar la prueba de ADN, pero para ello carece de lo más básico: una muestra del ADN de un familiar, sin lo cual no es posible la identificación.
Blanco y en botella: Malasia no tiene ninguna manera de acreditar la identidad del fallecido y las pruebas practicadas nunca superarían las más elementales normas de legalidad ante ningún tribunal del mundo o, dicho con otras palabras, son nulas.
Hasta que la prensa surcoreana inició su campaña, la policía malaya aseguró que la causa de la muerte del fallecido era un accidente cardiaco, un diagnóstico que luego cambió súbitamente por la que corrió por las agencias internacionales de “noticias”, es decir, la tesis del envenenamiento, que va ganando protagonismo cuando es acompañada por un vídeo de la televisión japonesa FujiTV de origen muy poco claro y de contenido mucho menos claro aún, pues no se aprecia casi nada.
Al vídeo se le suma una foto de alguien al que la prensa presenta como Kim Jong-nam, con la particularidad de que su vestimenta no es la misma que muestra el vídeo, por lo que al menos uno de los dos no se corresponde con los hechos.
Tampoco está claro el modo de empleo del gas VX, que es tan tóxico que difícilmente la autora o autoras del supuesto crimen hubieran podido salir indemnes rociando con él la cara de su víctima con las manos descubiertas. Incluso utilizando unos guantes, el gas VX es tan tóxico que les hubiera afectado a ellas. Incluso tomando un antídoto, como la atropina, hubieran quedado paralizadas.
Conclusión: no hay manera de acreditar la identidad del difunto, ni tampoco la causa de la muerte. Luego no se puede hablar de asesinato.
El gobierno de Corea del norte se ha ofrecido para colaborar en una investigación neutral; el de Malasia se ha negado a ello por una razón evidente: la tesis ya estaba escrita de antemano.
La cadena surcoreana Chosun TV, que fue la primera en divulgar la tesis del asesinato, apoyándose en una “fuente gobernativa”, lo mismo que el diario reaccionario Chosun Ilbo del mismo grupo monopolista, son muy cercanos a los servicios de inteligencia de su país.
Su primera información identificó a la víctima como Kim Jong-nam y en aquel momento añadió la coletilla del empleo de unas agujas envenenadas, que luego cambió por el uso de un aspersor, sin que en ningún momento diera explicaciones de una cosa ni de la otra, aunque se remitía a la investigación de la policía malaya, lo cual era falso: se trataba de una intoxicación filtrada por los servicios de inteligencia surcoreanos.
Después la policía malaya aseguró haber detenido a dos mujeres, aumentado el cúmulo rocambolesco propio de un guión televisivo, ya que en su interrogatorio las detenidas aseguraron que creían formar parte de un espectáculo de cámara oculta por el que habrían cobrado una cantidad increíblemente irrisoria de dinero: 90 dólares.
Dichas mujeres eran de nacionalidad indonesia y vietnamita, y recorrían varios países asiáticos dedicándose a la prostitución. La vietnamita se llama Doan Thi Huong y en su perfil de Facebook muestra que conoce el alfabeto coreano y mantiene numerosos lazos con ciudadanos de Corea del sur: 27 de un total de 65 amigos tienen esa nacionalidad.
¿Qué interés podría tener el gobierno de Pyongyang para asesinar a alguien como Kim Jong-nam, que vive en China muy alejado de cualquier actividad política en Corea del norte? Ninguno. En contra de lo que ha manifestado la prensa, Kim Jong-nam no es ningún disidente, ni mucho menos un opositor al gobierno de Pyongyang y, según algunas de las informaciones difundidas, está bajo la protección de China que, al mismo tiempo, es uno de los más importantes apoyos de Corea del norte.
¿Por qué Kim Jong-nam (si es que se trataba de él) se encontraba en una zona del aeropuerto reservada a los vuelos de precio reducido en lugar de estar en las que se reservan para las altas personalidades?
Malasia es uno de los pocos países del mundo que mantienen excelentes relaciones diplomáticas con Corea del norte, hasta el punto de que han eliminado la necesidad de visados para desplazarse de un país al otro. Unas pocas semanas antes del “asesinato” habían firmado un acuerdo para intensificar su cooperación cultural. ¿Por qué arruinar una de las pocas buenas relaciones con un “asesinato” de opereta?, ¿o más bien se trataba precisamente de eso, de forzar la ruptura de relaciones entre Malasia y Corea del norte?
También se dio otro caso en el que se difundió que un ministro o algún otro cargo público de importancia había sido ejecutado arrojándolo a una jauría de perros para que lo devoraran. Y no sé si ese mismo ministro o lo que fuera apareció poco tiempo después vivito y coleando. Las noticias sobre Corea del Norte parecen haber sido escritas por Woody Allen o los Monty Pyton. Son tan increíblemente absurdas que sólo pueden ser falsas. Y, además, como a los occidentales nos cuesta memorizar los nombres coreanos y orientales en general, pueden contarnos que han ejecutado por séptima vez al mismo ministro, y no reparamos en ello. Es como lo que se decía y se dice de Stalin: se le presenta como un ser tan cruel, tan vengativo, tan sediento de sangre, sin lazos emocionales ni de ningún otro tipo respecto a cualquier miembro de la especie humana, que tal retrato sólo puede ser falso. Sencillamente, no existen seres humanos así. Hay pocas cosas tan ridículas y absurdas como la propaganda anticomunista.
huffingtonpost.es/2015/07/01/ejecuciones-falsas-corea-_n_7349408.html