Riester, el custodio de la verdad |
La histeria necesita ambas cosas: aplaudir a unos y amonestar a otros, una tarea característica que recuerda a la vieja del “Ministerio de Información” franquista, que cada día seleccionaba los mejores artículos de prensa.
Afortunadamente el sitio oficial levantó numerosas protestas: un gobierno no puede promocionar determinadas fuentes de información, y menos en detrimento de otras. Lo más llamativo es que, como es natural, ninguno de los medios recomendados alzó la voz en contra. Debían sentirse halagados por “la autoridad competente”.
Las quejas culminaron el domingo con un artículo de opinión publicado por una treintena de sociedades de periodistas y editores titulado “El Estado no es el árbitro de la información”.
El ministro empezó a balbucear torpemente ante los diputados: “El servicio del portavoz, que simplemente pretendía ofrecer un servicio adicional para reunir en una misma página los recursos para combatir la desinformación sobre la crisis sanitaria, obviamente no tenía por objeto clasificar los artículos o noticias”, dijo Riester.
“Sin embargo, puedo entender las preocupaciones que plantea este servicio en las redacciones, porque no se trata en absoluto de que el Estado etiquete a los medios de comunicación o dirija la elección de los franceses hacia tal o cual medio de comunicación”, añadió.
“Puedo decirles que el gobierno ha decidido eliminar esta página del sitio web del gobierno”, continuó el encargado de la cultura, saludando el “notable trabajo” realizado por los periodistas durante la crisis para “combatir eficazmente la desinformación”.
Como ven, la pandemia está desatando una serie de fuerzas latentes que ya se venían manifestando en campañas, como la subsiguiente a los atentados del Cherlie Hebdo, y que ahora aparecen a la luz del día. En Francia se han frenado, pero no será por mucho tiempo.