Algunas fuentes también indican la intervención en el asalto de las milicias kurdas y, en todo caso, los primeros indicios de una coordinación más estrecha de los rusos con los kurdos, favorecida por la emergencia de Turquía como enemigo común de ambos.
La semana pasada la aviación rusa lanzó 900 ataques aéreos en apenas tres días, mientras las tropas de Al-Asad avanzaban sobre las últimas posiciones yihadistas cercanas a la frontera con Turquía.
El corte del cordón umbilical con Turquía también impide que los yihadistas escapen de una muerte que, además de segura, será masiva. Ahora Alepo es una gigantesca ratonera en la que están encerrados 30.000 yihadistas.
Otro damnificado por la derrota es Turquía, que pretendía crear una zona de exclusión aérea a lo largo de su frontera con Siria capaz de detener el avance de los kurdos.
El corredor era el epicentro de las hostilidades. Había llegado a tener 100 kilómetros de ancho, pero la ofensiva la redujo a un estrecho túnel de sólo 10 kilómetros. La situación llegó a ser tan angustiosa que en seis ocasiones Kerry llamó personalmente a Lavrov para que el ejército sirio dejara abierto el corredor.
Al fracasar, tanto Turquía como Arabia saudí amenazaron con enviar tropas terrestres para impedir la caída de Alepo e incluso hace dos días la artillería turca inició bombardeos masivos contra las posiciones kurdas en Azaz.
El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, ha anunciado que los bombardeos no van a cesar y que han logrado destruir el cuartel general de las milicias kurdas en Azaz.
Por su parte, los imperialistas desataron la campaña de propaganda sobre las poblaciones cercadas y la necesidad de abrir corredores para que llegara ayuda humanitaria a la población civil.