En ninguna guerra se ha producido una matanza de periodistas tan grande como en Gaza. Muchas organizaciones que defienden la libertad de prensa han expresado su preocupación por los esfuerzos del ejército por silenciar cualquier información crítica.
Desde el 7 de octubre más de cien trabajadores de los medios de comunicación han sido asesinados por el ejército israelí en Gaza. Los consideran como “objetivos militares legítimos” y, como es natural, la intoxicación los relaciona con Hamas, especialmente a la cadena Al Aqsa.
Desde 2019 Israel ha catalogado a Al Aqsa como una organización terrorista, calificándola de “órgano de propaganda de Hamas y plataforma central para la difusión de mensajes incitantes por parte de la organización terrorista”.
Irene Khan, relatora especial de la ONU para la protección de la libertad de expresión, dijo que Israel había “difundido información errónea sobre los vínculos entre periodistas y activistas” y que no había cumplido con la “carga de la prueba” para hacer tales afirmaciones.
Desde 2010 Al Aqsa está sancionada por Estados Unidos. La cadena emplea a cientos de personas a través de su canal de televisión, radio y periódico. Sus oficinas fueron evacuadas tras el inicio de la guerra para evitar las represalias israelíes y fueron luego bombardeadas por el ejército israelí, que las acusó de ser utilizadas con fines militares.