Michael Fallon |
Sus palabras estuvieron motivadas por la intervención del diputado conservador James Gray sobre las líneas estratégicas de las fuerzas armadas británicas, que se aprobaron el año pasado, así como el libro publicado por el general retirado Richard Shirreff, en el que anuncia que Gran Bretaña entrará en guerra con Rusia el año que viene.
Las palabras de Shirreff no hay que echarlas en saco roto. Entre 2011 y 2014 fue comandante en jefe de la OTAN en Europa. Además, en su intervención el diputado destacó una carta de Shirreff publicada por el diario The Times en la que pedía que el cerco trabado contra por la OTAN Rusia desde los Estados bálticos y Polonia se estrechara lo más pronto posible.
Ante estas palabras, el ministro respondió diciendo que no creía que la guerra estallara el año que viene porque le parecía “demasiado extremo”, a pesar del despliegue naval ruso que marcha hacia el Mediterráneo oriental. Fallon no negó la guerra contra Rusia; sólo demoró en el tiempo un poco más su estallido. Luego añadió lo obvio: que no sólo Gran Bretaña se prepara para la guerra sino toda la OTAN.
Sin embargo, aseguró Fallon, el ejército británico asume un protagonismo especial en el cerco impuesto a Rusia, a cuyas fronteras la OTAN ya ha llevado varias unidades de intervención. La RAF ya ha estado tres veranos seguidos en el Báltico, dijo Fallon, y “el año que viene estacionaremos tropas en Estonia, enviaremos tropas a Polonia y desplegaremos a la RAF en Rumanía”.
Sobre el despliegue de 800 mercenarios en Estonia, Fallon aclaró que se trata de poner sobre el terreno un detonador precoz capaz de intervenir sin esperar a que la tensión aumente. “En cualquier caso la primavera que viene nuestro ejército estará presente en los tres Estados bálticos”.
La intervención de Fallon en el Parlamento coincidió con la entrevista de The Guardian a Andrew Parker, el director del MI5, sobre la que ya hablamos en otra entrada, en lo que no es otra cosa que una cadena de amenazas y chantajes contra Rusia cuyo tono crece por momentos. Esta escalada retórica procede de que, como el Brexit puso de manifiesto, Gran Bretaña tiene a la población en contra y los medios, cuya avanzadilla es The Guardian, deberán hacer un gran esfuerzo para comprometer a las masas en la guerra.
Las dificultades que está encontrando la intoxicación han sido reconocidas por Mary Dejevsky la experta de The Guardian: “Cada vez es más difícil diabolizar a Rusia”, escribía recientemente. La campaña iniciada en toda Europa para silenciar a los medios de comunicación rusos está en la misma línea. El otro día Dejevsky reconoció que la creciente resistencia de las masas a digerir la bozofia que escupen cotidiananamente los medios contra Rusia no era consecuencia de los grupos de presión rusófilos.
La oposición a la guerra imperialista está muy extendida entre los británicos. En cierta manera las comisiones parlamentarias de investigación sobre las guerras de Afganistán e Irak han expresado ese sentimiento.
Pero no basta con que Corbyn y los suyos se quiten la careta para jugar el papel que todos sabemos que van a jugar en la guerra imperialista (el mismo de siempre). Hace falta más. Hacen faltan toda esa maraña de pequeños grupos oportunistas que se llaman “de izquierda” se sumen a los llamamientos a la “defensa de la patria” y a la aceptación sumisa de las matanzas y de los enormes sacrificios que la guerra va a suponer.
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