Este septiembre marcó 60 años desde el primer discurso de Fidel Castro ante las Naciones Unidas, en el que pronunció una crítica mordaz y veraz sobre la filosofía imperialista de la guerra. El 26 de septiembre de 1960, frente al inicio de las hostilidades políticas de Estados Unidos contra Cuba, mientras la delegación cubana ante la ONU era excluida de reuniones y eventos diplomáticos, el discurso de Fidel, que duró más de cinco horas, fue una elocuente reflexión que tejió a la perfección las implicaciones de Estados Unidos y su supremacía, en una narrativa histórica desde la experiencia y perspectiva del país colonizado.
“Las colonias no hablan. Las colonias no se conocen hasta que tienen la oportunidad de expresarse. Por eso nuestra colonia y sus problemas eran desconocidos para el resto del mundo”, afirmó Fidel. La lucha cubana por la independencia fue percibida como una oportunidad para que Estados Unidos interviniera y explotara la isla, a través de una cláusula incluida en la constitución cubana de 1901 que aseguraba el dominio estadounidense. Antes de la Revolución Cubana, el país simplemente había pasado de una colonia española a una colonia estadounidense. Las expectativas de este último eran de una revolución fallida, pero la estrategia de Fidel involucró tanto la conciencia revolucionaria como la movilización.
Dentro del contexto de la historia latinoamericana, el discurso de Fidel en la ONU expuso el monopolio de los dictadores respaldados por Estados Unidos en la región, y cómo estos también fueron explotados a su vez una vez que Estados Unidos determinó que respaldarlos ya no sería adecuado para los intereses imperialistas. La experiencia regional fue una comparación importante, ya que las desigualdades sociales de Cuba como resultado de la dictadura de Fulgencio Batista fueron una experiencia común en toda América Latina.
Durante su discurso, Fidel exhibió un documento -un pacto militar- en el que el gobierno de Batista y Estados Unidos habían acordado un “uso eficiente de la asistencia” para evitar el avance de la Revolución Cubana. Proteger al gobierno de Batista también se tradujo en proteger los intereses estadounidenses en el país; Los pactos fueron descritos por Fidel como «pactos de defensa para la protección de los monopolios estadounidenses«.
Quizás más explícitamente, las descripciones detalladas de Fidel de los desafíos de Cuba, incluida la reforma agraria, proporcionaron a los gobiernos latinoamericanos una idea de cómo el imperialismo explotó el territorio colonizado, incluida la destrucción intencional de los campos de caña de azúcar de Cuba durante la época de la cosecha, en un intento por sabotear la economía de Cuba por parte de Estados Unidos.
La dependencia latinoamericana de Estados Unidos, después de todo, fue lo que permitió que el imperialismo mantuviera un punto de apoyo en la región. Una economía que no prosperaba le daría a Estados Unidos la oportunidad de recolonizar Cuba, una oportunidad que Fidel no estaba permitiendo y que fue frustrada por la insistencia de la revolución en la educación y la participación revolucionaria en la reconstrucción de Cuba.
Un punto importante en el discurso de Fidel es el reconocimiento de que Cuba no fue la única en enfrentar tal agresión, comunicando así el enfoque regional e internacional de la revolución cubana. Otra fachada de la injerencia de Estados Unidos en la región fueron las repentinas propuestas estadounidenses de desarrollo social, en un momento en que la Revolución Cubana había movilizado a sus ciudadanos y dentro de sus medios para reconstruir la estructura social del país.
Estas intervenciones se realizaron posteriormente en la región a través de USAID, planificadas durante la presidencia de Dwight Eisenhower y realizadas por JF Kennedy. Para decirlo brevemente, Estados Unidos pretendía la intervención humanitaria como un barniz para mantener el control sobre Cuba y América Latina a través de un supuesto desarrollo e incentivos sociales y económicos. Después, este paradigma se amplió para legitimar las actividades contrarrevolucionarias cubanas como supuestas «fuerzas en el exilio que luchan por la libertad«, en total disociación del hecho de que estos grupos disidentes trabajaron estrechamente con la CIA y fueron financiados por el gobierno de Estados Unidos.
A diferencia de Estados Unidos, la Revolución Cubana expresó una posición firme contra la guerra y la explotación. Si la ONU no hubiera estado monopolizada por los grandes poderes políticos, el discurso de Fidel podría haber sido un punto de inflexión en la historia internacional. Sin recurrir a resoluciones inútiles, como es la alternativa de la ONU a las soluciones políticas, la filosofía revolucionaria de Cuba fue sucintamente esbozada por Fidel: “Acaba con la filosofía del saqueo y habrás acabado para siempre con la filosofía de la guerra”.