El continente que quiere ver la luz se arroja a los brazos de Rusia

El creciente compromiso de Rusia con el desarrollo de la energía nuclear en el norte de África se refleja en particular en el avance del proyecto de la central nuclear de El Dabaa en Egipto, encabezado por la empresa pública Rosatom.

Casi la totalidad del coste del proyecto lo financia el Estado ruso. Es una muestra de los estrechos vínculos de Rusia con los países del Continente Negro, varios de los cuales han expresado un interés creciente por esta forma de energía, con el objetivo de satisfacer sus crecientes necesidades.

En el corazón de la región de Matruh, en la costa mediterránea de Egipto, el polígono industrial de El Dabaa surge como símbolo de la cooperación tecnológica e industrial entre Rusia y Egipto. A unos 350 kilómetros de El Cairo, este emplazamiento albergará cuatro reactores nucleares rusos del tipo VVER-1200, unidades de generación 3+ que representan la última evolución en términos de seguridad y rendimiento energético.

La llegada de un recuperador de corio al lugar ha ilustrado los avances técnicos realizados en el lugar. Este dispositivo, que pesa alrededor de 150 toneladas, está diseñado para recoger el combustible nuclear derretido en caso de accidente, evitando la liberación de radiactividad al medio ambiente. Equipado con cementos especiales y óxido de aluminio, desempeña un papel clave en la prevención de desastres nucleares al bloquear la reacción en cadena. Su instalación, prevista para octubre, afectará al tercer reactor del complejo.

La construcción de la central eléctrica de El Dabaa, inaugurada en julio de 2022, sigue un calendario destinado a finalizar la construcción alrededor de 2028. Con su plena puesta en funcionamiento prevista para 2030, se espera que la planta desempeñe un papel importante en la red energética egipcia, fortaleciendo así la independencia energética del país y contribuir a su desarrollo económico.

La elección de Rusia como socio en este proyecto no es casual. Es parte de una estrategia más amplia en la que Moscú busca fortalecer sus vínculos con los países africanos a través de proyectos de infraestructura a gran escala. Estas iniciativas no se limitan a Egipto, ya que otras naciones africanas están mostrando un interés similar en la energía nuclear, viéndola como una solución viable para diversificar sus fuentes de energía e impulsar su desarrollo.

En 2021 casi la mitad de los africanos, 600 millones de personas, el 43 por cien de la población, no tenían acceso a la electricidad. El consumo de electricidad de todo el continente africano equivale al doble del de España. Actualmente, sólo Sudáfrica tiene reactores nucleares en funcionamiento. En octubre del año pasado Rosatom firmó dos acuerdos para construir otras tantas centrales nucleares en Burkina Faso y Mali.

Este desarrollo de la energía nuclear en el norte de África, llevado a cabo con el apoyo de Rusia, marca, por tanto, un paso importante en la transformación energética del continente. Destaca la necesidad de colaboración internacional y experiencia técnica para ejecutar proyectos tan complejos y sensibles, al tiempo que destaca los desafíos de seguridad que acompañan a la adopción de la energía nuclear.

Cuando se trata de energía los africanos sólo piensan en Rusia

En Johannesburgo, la capital económica de Sudáfrica, el ministro de electricidad del país, Kgosientsho Ramokgopa, explicó su plan de generación de energía atómica en diciembre del año pasado. Los incesantes cortes de energía duran hasta doce horas al día y lastran la actividad económica y la vida cotidiana de los vecinos.

Con una tasa de electrificación de apenas el 25 por cien, Burkina Faso espera que los pequeños reactores modulares rusos (SMR) le permitan duplicar su producción eléctrica de aquí a 2030. Malí, por su parte, estudia la construcción de cuatro de 55 MW cada uno.

En septiembre Ruanda anunció la conclusión de un acuerdo con una empresa canadiense-alemana para construir un reactor nuclear experimental utilizando combustible líquido y refrigerante de plomo. Para formar a los profesionales necesarios para el mantenimiento y el funcionamiento de este generador, Ruanda ha establecido asociaciones con Rusia y Hungría, entre ellas cerca de 150 ingenieros formados o en formación.

En agosto Ghana anunció su objetivo de producción de electricidad nuclear a partir de 2030. El 2 de diciembre, junto con una veintena de países, firmó un llamamiento para triplicar la energía nuclear instalada en el mundo para 2050.

A finales de julio Uganda anunció la firma de un acuerdo con Rusia y Corea del Sur para la construcción de dos centrales nucleares de 7.000 y 8.400 MW. Incluso se habrían adquirido terrenos para la construcción del primero, sin que el Estado revelara su ubicación. Ya en marzo Uganda anunció su intención de instalar al menos 1.000 MW de capacidad nuclear para 2031, casi el doble de la capacidad de producción de electricidad del país, establecida en alrededor de 1.402 MW.

A finales de julio, Etiopía, un país árido del Cuerno de África, firmó una hoja de ruta para la cooperación nuclear con Rusia. El objetivo para 2023-2025 es “explorar las posibilidades de construir una central nuclear de gran o pequeña capacidad, así como un centro de ciencia y tecnología nuclear”, dijo Rosatom en un comunicado.

Al mismo tiempo, Marruecos ha firmado un memorando de entendimiento con Rosatom para la construcción de estaciones desaladoras de agua de mar que funcionen mediante pequeños reactores nucleares modulares.

Construir centrales nucleares no es suficiente

Construir centrales nucleares no es suficiente. También hace falta tander redes eléctricas. El tamaño de las redes eléctricas africanas no es suficiente. Una planta de 1 GW sólo puede caber en una red de al menos 10 GW, preferiblemente 20 GW para equilibrar la red. De lo contrario, una crisis sería devastadora.

Incluso si los países tienen la capacidad de absorber una central eléctrica, ésta debe ser financiada. El coste primario de una central nuclear, incluida la construcción de las infraestructuras esenciales para su funcionamiento, como carreteras, se estima en 30.000 millones de dólares.

La factura sube aún más si tenemos en cuenta la adaptación de la red eléctrica. A modo de comparación, el producto interior bruto (PIB) de Ruanda se situó en 11.000 millones de dólares en 2021; los de Burkina Faso y Mali no llegan a 20.000 millones.

Otra dificultad es encontrar personas que gestionen las instalaciones. Para construir una central eléctrica se necesitan 1.400 trabajadores cualificados. Sólo que en Burkina Faso no hay ninguno y se necesitan veinte años para formarlos.

Por último, una central nuclear no es suficiente por sí sola. Necesita ser abastecido de combustible. Es necesario gestionar los residuos radiactivos que produce. Procesos complejos que pocos países africanos dominan.

A pesar de estos obstáculos, los países africanos necesitan construir centrales nucleares si quieren salir del estado de postración en el que los han dejado históricamente las potencias coloniales.

Rusia es el único país del mundo capaz de llevar la energía nuclear a un país, partiendo desde cero. Rosatom ofrece un “paquete” nuclear completo que va desde el suministro de combustible hasta la construcción de la planta y la formación de ingenieros, e incluso recupera residuos radiactivos, algo que otros países fabricantes de centrales eléctricas no hacen y que resulta muy interesante para países con un bajo nivel de desarrollo.

Rosatom asume un riesgo financiero gigantesco, que no se explica sólo en términos económicos. Rusia no busca rentabilidad sino establecer vínculos de todo tipo a largo plazo, desde diplomáticos a tecnológicos e industriales.

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