Esta semana, The Guardian ha publicado dos artículos financiados por la Fundación de Bill Gates, que patrocina al periódico británico. Uno de ellos afirma que cientos de millones de niños se han quedado rezagados en todo el mundo en los últimos 18 meses de confinamiento (1), y el otro que las restricciones aprobadas durante la pandemia pusieron a la educación en riesgo de colapso en una cuarta parte de los países del mundo (2).
Ya se sabía, pero es bueno que se vaya reconociendo abiertamente. Ha hecho falta que uno de esos “equipos de investigación científica” bien pagados certifiquen que los resultados educativos de los niños se verán gravemente alterados por no poder salir de casa o ir a la escuela.
La Unesco lo había admitido desde el principio del confinamiento. El 18 de marzo del año pasado informó de que, a consecuencia de los toques de queda, la mitad de los escolares del mundo no estaban escolarizados, y expuso las posibles consecuencias. Entre ellas se encuentran la interrupción del aprendizaje, la disminución de la nutrición, la erosión de la protección y el cuidado de los niños, y el acceso desigual al aprendizaje digital que conduce a múltiples desigualdades futuras.
Pero los “expertos” de la tele tienen una concepción muy peculiar de la salud y la educación.
Tras 18 meses de desastres sociales y políticos, el daño causado a los niños y a su formación son asombrosas. El artículo de The Guardian menciona el caso de Filipinas, que ha puesto en marcha algunas de las “restricciones más duras del mundo para los niños”. Las escuelas siguen sin abrir desde hace 18 meses. De marzo del año pasado a julio de este año fue ilegal que los niños de entre 5 y 15 años salieran de sus casas.
Un informe de Unicef de enero de este año revela que desde el inicio de las restricciones se han perdido más de 39.000 millones de comidas escolares en todo el mundo.
Un informe de julio de South Africa Business destapó que había medio millón de niños menos en la escuela que el año anterior.
Un estudio del Banco Mundial descubre que el cierre de escuelas por imposición gubernamental había provocado un aumento general del abandono escolar en Nigeria, sobre todo en el grupo de edad de 15 a 18 años, y un espectacular incremento de las tasas de matrimonio y trabajo infantil.
Las repercusiones no se limitan a los países pobres. Otro estudio reciente descubre que los niños pobres y pertenecientes a minorías en Estados Unidos tenían muchas menos probabilidades de haber asistido a clases presenciales en el último año.
Para muchos niños pobres, el reconocimiento de la atrocidad cometida con la pandemia llega demasiado tarde. Un futuro con millones de jóvenes empobrecidos, cruelmente tratados y pedagógicamente destruidos es el balance final de la pandemia.
No somos tan ingenuos como para creer que alguien va a exigir responsabilidades inmediatas, ni a los políticos, ni a los “expertos”, ni a los medios de comunicación. Pero pasarán a la historia con nombres y apellidos por los crímenes que han cometido.
(1) https://www.theguardian.com/global-development/2021/sep/06/their-future-could-be-destroyed-the-global-struggle-for-schooling-after-covid-closures
(2) https://www.theguardian.com/global-development/2021/sep/06/lost-generation-education-in-quarter-of-countries-at-risk-of-collapse-study-warns