Manuel Olarieta
Foto policial de Fernand Iveton |
En 1956 Fernand Iveton trabajaba en
la fábrica de gas Hamma de Argel, donde era el delegado sindical de
la CGT. Su madre, Encarnación, era española y su padre había
nacido en una inclusa.
Lo mismo que Yahia Briki y Abdelkader
Guerroudj, Iveton era militante del Partido Comunista argelino en la
clandestinidad. Los tres formaban parte de la organizacion militar
del Partido que operaba en la capital argelina integrada dentro del
Frente de Liberación Nacional. Su responsable era Benaceur Toufik,
que dirigía el comando.
Para sabotear la empresa de gas,
Iveton trató de detonar una bomba, pero fue detenido y torturado en
la comisaría central de Argel durante tres largos días. En
noviembre de 1956 un tribunal militar le condenó a muerte. Al
pronunciar su veredicto, el público asistente irrumplió en
aplauasos. Los colonialistas querían sangre. Eran los tiempos de la
guerra fría; los comunistas estaban detrás de todo, incluso de las
luchas anticoloniales.
A pesar de la farsa de juicio, el
recurso de Iveton fue rechazado por el entonces Ministro de Justicia,
el fascista y socialista François Mitterrand. Fue guillotinado en
febrero del año siguiente. Otros dos militantes del FLN, Mohamed
Lakhneche et Mohamed Ouennouri, padecieron la misma suerte. Los tres
se abrazaron inmediatamente antes de morir. Fue el encuentro de dos
continentes. Demostraba que el proletariado no tiene patria.
Pero la memoria es frágil. En 1965,
cuando sólo habían transcurrido ocho años del asesinato,
Mitterrand se presentó como candidato unitario de la izquierda
(socialistas y «comunistas») en las elecciones
presidenciales. Más de uno ya no se quería acordar de Iveton. En
Argel los comunistas habían sido terroristas, pero luego en París
estaban enfangados en el legalismo más estúpido.
Las cosas empezaban a oler a podrido.
«Los asesinos somos todos», escribió Sartre para definir
aquel crimen y a la red de complicidades y silencios.
Iveton fue un moudjahidine, un
ejemplo de la activa participación de los comunistas (los de verdad)
en los movimientos de liberación nacional de la época. Fue el único
europeo entre los 198 presos políticos guillotinados durante la
guerra de Argelia. Dos días después de la ejecución también
detuvieron al abogado de oficio que le defendió, junto con otros 14
abogados más. Permaneciendo preso dos años sin juicio.
Hace un par de años la Universidad
de Bouzareah rendía un emocionado homenaje en el que participó
aquel abogado, junto con Félix Colozzi, un camarada de Iveton, que
volvió a recordar entre lágrimas a quienes, como Iveton, habían
dado su vida por la independencia de Argelia.
En el barrio obrero de El Madania, en
Argel, donde vivía Iveton, una calle honra su memoria.
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