El comisario europeo de “justicia”, el belga Didier Reynders, ha estado comprando billetes de lotería premiados durante diez años para blanquear dinero negro. No es la primera vez que surge un escándalo de este tipo, que oscurece el perfil impoluto de los comisarios europeos y remarca la responsabilidad de Ursula von der Leyen en el blanqueo de dinero de uno de sus colaboradores más cercanos.
Es un caso parecido al de Carlos Fabra, empresario y presidente de la Diputación de Castellón desde 1995 al año 2011 y uno de los viejos cabecillas del Partido Popular. La lotería le tocó en siete ocasiones. Hace diez años le condenaron a cuatro años de cárcel por delitos fiscales y no tuvo empacho en burlarse de todos diciendo que vivía de su jubilación y de la ayuda que le prestaban sus hijos.
La mano derecha de Julián Muñoz en Marbella, Juan Antonio Roca, tuvo mucha más suerte aún: la lotería le tocó 80 veces. Amasó más de 2.400 millones de euros, la cuarta fortuna de España y la obtenida con más rapidez. La revista Forbes llevaba un listado de corruptos con suerte en las apuestas y la lotería.
En Bruselas ocurre lo mismo. El blanqueo de dinero de la lotería es sólo la punta del iceberg de un político como Reynders, un pilar de la política belga desde hace décadas particularmente corrupto. Desde 2019 las investigaciones le vinculan con las redes de lavado de dinero negro a través de instituciones públicas, belgas y europeas. Algunas de ellas son muestras de la política imperialista de Bélgica en Congo y Libia, así como en los contratos internacional de venta de armas.
Espía y delincuente: una redundancia
El relato es digno de una película. En 2019 Nicolás Ullens, un agente del espionaje, acusó a Reynders de corrupción y lavado de dinero en relación con varios negocios, incluida la construcción de la embajada de Bélgica en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, y la venta de armas.
No hay nada mejor que ser un espía para ser impune y Ullens era ambas cosas al mismo tiempo. Gozaba de gran consideración entre la aristocracia. El año pasado mató a tiros a su suegra, la baronesa Myriam Lechien porque no le dejaba un legado sustancioso en la herencia. La víctima formaba parte de una de las familias más adineradas de Bélgica y, por supuesto, también era eso que llaman una “mecenas del arte” porque el arte es lo mismo que la lotería: una lavadora de dinero negro.
Reynders ha puesto en marcha todas sus artimañas y presiones políticas para absolver a Ullens, que deje de airear trapos sucios y se calle la boca.
Otro caso de corrupción estuvo vinculado a la destrucción de Libia y el asesinato de Gadafi en 2011, cuando Reynders era ministro de Asuntos Exteriores. El gobierno belga pagó cientos de millones de euros a destinatarios desconocidos. Hoy sabemos que Reynders se quedó con una parte de aquellas mordidas, según denunció Ullens, aunque la cantidad no está clara. El dinero procedía de cuentas embargadas pertenecientes a Gadafi.
Aquellos pagos procedentes de cuentas libias en Bruselas también se utilizaron para financiar las entregas de armas. Los medios informaron que la ONU colocó estos fondos libios en varios bancos, incluidos 14.000 millones de dólares en Bélgica, donde fueron embargados.
El atraco de los fondos libios es parecido al de los rusos. A pesar de la prohibición impuesta a los bancos de levantar el embargo de aquellos activos, Bélgica ordenó la transferencia de 1.400 millones de dólares, es decir, el 10 por cien de los intereses generados por la mitad de los fondos depositados en los bancos belgas. En otras palabras, el dinero libio fue saqueado y utilizado para comprar armas y otros fines privados inconfesables.
Alguien que está al frente de la “justicia” europea sabe que embargar fondos públicos es ilegal, al igual que utilizarlos para comprar armas en Libia.
Cocaína saudí en valija diplomática con destino a Francia
En 2012 Reynders realizó una visita privada a Arabia saudí, donde se reunió con el príncipe Najef Bin Fawaz Al Salan. Unos años antes, en 2007, un tribunal francés condenó al príncipe saudí a diez años de prisión por introducir dos toneladas de cocaína en Francia durante un viaje diplomático.
Las revelaciones sobre Reynders causaron conmoción en Bruselas, coincidiendo con el inicio del segundo mandato de Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea. Von der Leyen habló de los tópicos favoritos de los hipócritas europeos: una de sus prioridades es fortalecer ese fantasma que llaman “Estado de Derecho”, de proteger los derechos fundamentales, garantizar la integridad presupuestaria de la Unión Europea…
Nadie mejor que un delincuente como Reynders al frente de la “justicia” europea y nadie mejor que la señora Pfizergate ejerciendo de valedora para echar el telón por encima del latrocinio de los presupuestos europeos.
En Bruselas los chorizos son como los demás. La única diferencia es que Reynders está muy bien inumnizado, como antiguo ministro del gobierno de su país y comisario europeo. En Bélgica el blanqueo de dinero se castiga con hasta cinco años de prisión. Por supuesto, Reynders hizo mucho más que lavar dinero. Robó los fondos de Gadafi, de Libia y, más recientemente, de Rusia.
Pero Von der Leyen y Reyners no son los únicos en Bruselas que se dedican al lavado de dinero y a modificar el escenario de sus delitos para asegurarse la impunidad. En 2015 el primer ministro griego, el olvidado Alexis Tsipras, y la canciller alemana, también olvidada Angela Merkel, se acusaron mutuamente con mensajes de texto comprometedores sobre el rescate a Grecia. El primer ministro holandés Mark Rutte (ahora jefe de la OTAN) guardó secreto con otros cabecillas europeos y envió un mensaje de texto al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ofreciéndole un compromiso que conviniera a todas las partes involucradas. En menos de una hora se llegó a un acuerdo y se salvó el euro. Según documentos confidenciales, el primer ministro griego fue chantajeado por Merkel, Rutte y la mayoría de los demás jerifaltes de la Unión Europea.
Por lo que pueda pasar: borrar los mensajes de texto de los móviles
En mayo de 2022 un periódico holandés informó que, lo mismo que los fiscales españoles, el primer ministro Rutte también tiene la costumbre de borrar periódicamente los mensajes de texto de su teléfono móvil. Sólo transmite a sus colegas algunos mensajes y guarda el resto como si fuera un “archivo en tiempo real”. Sin embargo, sería más exacto hablar de “eliminación en tiempo real”, de borrar las huellas del escenario de un crimen o las huellas dactilares de un arma.
En Países Bajos, al Primer Ministro le apodan “Pinocho” porque miente con frecuencia y continúa haciéndolo. Pero eso sólo se podria saber contrastando lo que habla ante los micrófonos con lo que guarda en la memoria de su móvil.
No hará falta recordar que el móvil que utiliza un cargo público no es personal sino público: pertenece a quien se lo paga.
Como jefa de la Unión Europea, Von der Leyen no ignora los delitos de Reynders. Juntos compran el silencio de los demás y se amenazan mutuamente para obtener fondos públicos o desviar el dinero de los presupuestos públicos con objetivos inconfesables. Volaron a Libia, al Congo y ahora le toca el turno a Rusia.
Además, a Reynders también le exigen que explique la desaparición de valiosas obras de arte africanas procedentes de Libia y del Congo que llegaron a su poder por vías también inconfesables.