Jock Palfreeman |
Su caso ha vuelto a salir a la luz al ponerse en huelga de hambre en la cárcel.
Palfreeman es un héroe: salió en defensa de dos gitanos que estaban siendo agredidos en pleno centro de Sofia por un grupo de matones descerebrados, hinchas del Levski, uno de los equipos de fútol de la capital búlgara.
Los hechos ocurrieron el 28 de diciembre de 2007. Palfreeman, que entonces tenía 23 años, vivía en Bulgaria y aquella noche fue testigo del asalto a dos gitanos por unos 15 fascistas cerca de la estación de Serdika.
Mientras apaleaban a los gitanos, los fascistas gritaban las conocidas consignas racistas de los seguidores del club de fútbol del Levski.
Con un cuchillo en la mano, Palfreeman corrió a interponerse entre los matones y uno de los dos gitanos que yacía inconsciente en el suelo. Asustados por una reacción a la que no estaban acostumbrados, los fascistas se retiraron unos metros y luego contraatacaron con piedras y adoquines de hormigón.
Cuando llegó la policía, Palfreeman estaba semi-inconsciente por la paliza recibida. Uno de los atacantes, Anton Zahariev, de 19 años, había quedado herido y había un cuerpo sin vida tendido sobre el asfalto: el de Andrei Monov, un estudiante de 20 años.
Mientras tanto, los gitanos habían desaparecido porque no querían escapar de las garras de los fascistas para caer en las de la policía, cuyo racismo no tiene nada que envidiar al de los otros.
La postura de los medios de comunicación búlgaros fue la conocida: iniciaron un linchamiento del joven “de origen extranjero” que había “asesinado” a un joven búlgaro, hijo de un psicólogo Hristo Monov, Viceministro de Salud.
Es el mismo tríptico de siempre: fascistas, policías y medios, a cada cual más racista, porque lo importante del asunto era que los búlgaros eran las víctimas (tanto de los gitanos como del australiano).
Tras los fascistas, los policías y los medios llegaron los tribunales. Durante el juicio, el ataque a los dos gitanos lo sacaron del escenario. La mayoría de los testigos ni siquiera fueron llamados a declarar, ni durante la investigación ni durante el juicio.
El aparato policial-judicial le dio una vuelta de 180 grados a la cuestión. Los agresores eran las víctimas y las víctimas agresores. La típica magia que sólo aparece en una farsa. Por ejemplo, el fascista herido pasó de ser testigo a ser denunciante, pero nunca agresor.
Los testigos fueron los propios fascistas, colegas del fallecido, el portero de un hotel cercano y los policías que llegaron al lugar y realizaron las primeras entrevistas. Las versiones cambiaron radicalmente entre la investigación y el juicio, dando finalmente un testimonio confuso, truncado e inutilizable para la defensa, incluso negando la presencia de los gitanos.
Una cámara de videovigilancia había grabado la escena en su totallidad, tanto la agresión a los gitanos como el contraataque de Palfreeman. Pero, ¡qué casualidad! La mala suerte se cebó con Palfreeman: cuando un policía fue a ver la cinta al día siguiente, un cortocircuito destruyó la grabación.
¿Quién fue dicho policía? No se sabe… “No importa”, dijo la fiscal Parvoleta Nikova. De todos modos “no habríamos visto nada en la película”.
En la Unión Europea los antifascistas son los malos de la película. Durante el juicio, la fiscal describió a Palfreeman como un “vándalo peligroso” que había provocado una pelea con quienes no comparten su punto de vista.
Los gitanos y los extranjeros van a Bulgaria a moletar, a robar y a matar. “Bulgaria para los búlgaros” y nada de gitanos ni judíos ni emigrantes.
En una Europa racista no hay que defender a los gitanos porque, de lo contrario, te metes en problemas. Hay que dejarlos que los maltraten, los insulten y los escupan. Eso es lo que Europa promueve ahora lo mismo que antes de 1945.
Podemos seguir hablando de Bulgaria o de cualquier otro país de la Unión Europea. Es lo mismo. A los lectores, el Caso Palfreeman les sonará muy conocido. Su huelga de hambre también resulta familiar. Casi parece España. Otros empezarán a hablar de fascismo, un término que cada vez se escucha más asiduamente (por fortuna).
Hasta ya sólo queda que se enteren de una vez de que en Europa hay presos políticos, como Palfreeman, de lo que es el fascismo y de que con este tipo de batallas no se juega. Para eso ya está la Play Station.
Sofia Central Prison – 21 Gen. N. Stoletov Bul.
Sofia 1309 – Bulgaria
http://jockpalfreemancase.com
Este anonimo heroe esta jodido y hundido,no hay nada que se pueda hacer,,,