Para no sembrar el pesimismo, el Banco Central Europeo (BCE) va a dejar de publicar sus previsiones económicas. Por lo demás, en los últimos meses ha modificado tantas veces sus estimaciones a la baja que ya no resultan fiables para nadie.
El 16 de diciembre del año pasado la Presidenta del Banco, Christine Lagarde, dijo que “es muy poco probable que subamos los tipos de interés en 2022”. Sin embargo, el 3 de febrero abrió la puerta a la subida y el 9 de junio prácticamente anunció subidas de tipos en julio y septiembre.
Esta misma mañana ha notificado la de julio: un 0,5 por cien de subida, la primera subida de tipos desde hace 11 años.
Las estimaciones económicas son como las de la pandemia o los sondeos electorales. Apenas tienen carácter científico porque son un instrumento de política económica. Se trata de estimular la actividad económica o, su caso, de impedir la depresión.
La teoría económica que explican en los institutos universitarios sólo habla de crecimiento, desarrollo y expansión. Las crisis económicas no tienen cabida y los “expertos” jamás han sido capaces de anticiparse a ninguna de ellas, por evidentes que sean.
Por eso es mejor que el BCE tenga la boca cerrada, y sería aún mejor que despidiera a esas legiones de analistas que no son capaces de analizar nada.
Desde luego, es obvio que el Banco deja de publicar previsiones porque las que elabora traen muy malos augurios.