Preguntado por una revista francesa los motivos de su rechazo al galardón, entre otras cosas, Sartre dijo: «¿Por qué rechacé ese premio? Si hubiera aceptado el Nobel -y aunque hubiera hecho un discurso insolente en Estocolmo, lo que hubiera sido absurdo- habría sido recuperado (por el ‘sistema’, diríamos hoy. Nota mía). Si hubiera sido miembro de un partido, del partido comunista, por ejemplo, la situación hubiera sido diferente. Indirectamente hubiera sido a mi partido que el premio habría sido discernido (sic); es a él, en todo caso, que hubiera podido servir. Pero cuando se trata de un hombre aislado, aunque tenga opiniones ‘extremistas’, se lo recupera necesariamente, de un cierto modo, coronándolo. Es una manera de decir: ‘Finalmente es de los nuestros’. Yo no podía aceptar eso”.
Sartre, en octubre de 1964, ya era famoso por su solidaridad con causas progresistas como el Mayo francés (aunque hubo otros «mayos» por ahí), la revolución cultural china, la revolución cubana y la guerrilla venezolana, la guerra de Vietnam y, sobre todo, con la guerra de independencia de Argelia, por entonces colonia francesa. También organizó y formó parte del «Tribunal Russell» en absoluto sin tener que ver con los «Human Right Watch» o «Amnistias Internacionales» actuales financiados por magnates y financieros tipo Soros.
Sartre lo tenía claro:»el premio Nobel es objetivamente una distinción reservada para los escritores de Occidente o los opositores del Este», sostuvo por aquella época. Época de plena «guerra fría» (cool war) en que surgían, cuando no se promocionaban, los a la sazón llamados «disidentes» (con el socialismo, claro, con el «real», y no el «socialismo con rostro humano», que decían defender ellos, los «disidentes»), otrosí los «opositores» a los que se refiere Sartre.
Hombre, hablando de Dylan, por allí asoma. Como Moby Dick…
Buenos días.