Bueno, pues, me equivoqué, al menos en los plazos, pero no tanto en los flecos de mi comentario ¿conspiranoico? Y ello a juzgar por la deriva de Esquerra Republicana con ambiguas declaraciones sobre la proclamación de Puigdemont como candidato a la Presidencia por vía telemática, delegada o la que sea. Parece que el recién nombrado presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, de Esquerra, apuesta por Puigdemont lo que, es claro, no gusta a los defensores del 155 o, simplemente, unionistas españoles como los podemitas y sucursales afines.
Si la pretensión gubernamental de dividir el campo independentista no parece que vaya a salir muy boyante, les quedan, sin solución de continuidad, dos opciones: a) seguir amenazando con el artículo 155 (que sigue vigente) y llevar al Tribunal Constitucional la formación de un Govern con Puigdemont de President aunque sea en efigie (como en la época de los romanos) dando lugar a una especie de «Procès 2» y/o b) hacer lo posible e imposible para que Puigdemont -que ha demostrado tener una dignidad de la que otros carecen- no salga elegido President del Govern. Se prefiere esto a que sea detenido y preso, pues aún preso podría a optar a presentarse a la presidencia de la Generalitat. Y esto sí que no. Y no porque supondría la «vuelta a la normalidad», sí, pero la anterior, la independentista -esto sería volver a la casilla de salida-, y no la «normalidad» de la que habla y quiere Rajoy, esto es, la derivada de la aplicación del 155 con presos, exiliados, etc. haciendo «normal» lo que en sí mismo está viciado de origen. Ver a Puigdemont investido como President sería admitir, que no reconocer, el fracaso de la política fascista e imperial española en «tierra conquistada», como llamó Fraga a Catalunya según confesión de Jorge Verstrynge, a quien creemos. Cualquiera menos el de Girona a quien dan de alfilerazos en el muñeco vudú que han hecho de él en la Moncloa.
Buenas tardes.