Al parecer, la cuestión medular reside en si Rajoy, que se ha reunido con los familares -esta mañana del día 31 cuando escribo-, ha empleado la palabra «perdón» o no (como sí hizo la Cospedal con cínica cara de cemento armado). Como de los labios del Presidente -parece mentira que todavía no conozcan a Mariano- no ha salido esa palabra –«perdón»-, pues los tertulianos se encargan de recordar a las víctimas -que se dan por satisfechas con la reunión habida con Rajoy- que no es suficiente, que tenía que haber pedido perdón, joder, qué no cuesta tanto, farfulla el pijoprogresismo.
Ni conocen a don Mariano ni a la casta gubernamental española en la historia. Una «casta», una oligarquía, mejor dicho, que jamás se ha preocupado ni por la salud ni siquiera el equipamiento militar de sus soldados cuando los mandaba a combatir en sus últimas colonias ultramarinas como, por ejemplo, Cuba y las islas Filipinas. Ramón y Cajal, entonces un joven médico, se fue voluntario a Cuba para ayudar a los soldados heridos y lo que cuenta en sus Memorias es espeluznante en cuanto al estado de abandono médico y de intendencia de esos pobres diablos. O de los soldados supervivientes que volvían de las Filipinas ya liberadas y que no tenían dónde caerse muertos una vez en la «patria» española. Absoluta dejadez gubernamental hacia la soldada imperial. Aquí solían suicidarse y no como los norteamericanos en Vietnam que de regreso a su país se suben a un campanario para disparar contra todo lo que se menea.
Otra diferencia es que en los EE.UU. no hay «enemigo interior» porque no hay embajada USA en los EE.UU. Por no hablar de la guerra del Rif en Marruecos donde iban los que no podían pagarse el excedente de cupo, diríamos, y que fue un detonante de la «Semana Trágica» en Barcelona.
Lo de Federico Trillo y su chulería obscena -es del Opus, creerá en el infierno este hijoputa, digo yo con mi típica ingenuidad- es una anécdota si tenemos en cuenta la «tradición» de los Gobiernos españoles para con sus «columnas vertebrales» (así llamó Felipe González al Ejército recién nombrado Presidente rindiéndole honores en Brunete, al lado de Madrid; fue lo primero que hizo como Presidente copiando, encima, la frase, que no es suya): dejarles tirados como carne de cañón, aunque, eso sí, con funerales de Estado, si procede y según.
Y es que el Ejército, para estos parásitos burgueses, está pensado única y exclusivamente para atacar al enemigo… interior.
Buenas tardes.