En diciembre de 2015 el Ejército sirio encontró almacén para la fabricación de armas químicas en un hospital instalado por los terroristas en la provincia de Latakia. Los yihadistas tenían previsto lanzar las armas químicas durante sus ataques y después responsabilizar al gobierno de Bashar Al-Assad.
A lo largo de toda la guerra, el uso de armamento químico ha sido otra de las campañas continuas de descréto lanzadas contra el gobierno de Damasco. En junio de 2015 Human Rights Watch afirmaba que el gobierno sirio había reanudado el uso de sustancias químicas en diversos ataques con barriles llenos de explosivos en la provincia de Idlib (1).
En agosto del año pasado Amnistía Internacional aseguraba que el ejército sirio habia lanzado un ataque con cloro contra en el barrio de Al-Zibdiye de Alepo, “una alarmante señal de que las fuerzas gubernamentales sirias están intensificando el uso de armas químicas contra civiles”, decía el comunicado de esos farsantes (2).
Lo mismo aseguraba un mes después el Observatorio Sirio de Derechos Humanos insistía en que el ejército sirio había lanzado un ataque con gas en un barrio del norte de Alepo.
Estas intoxicaciones de las ONG eran de todo punto inverosímiles porque en 2013 el gobierno de Damasco destruyó su arsenal químico en virtud de una resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que fue verificado por Rusia y observadores internacionales.
(2) https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/noticias/noticia/articulo/siria-nuevo-ataque-quimico-contra-alepo-un-crimen-de-guerra/