Las masas, la «gente», no existen salvo para dos cosas: como fuente de aprovisionamiento de elementos con algún talento y ambiciosos, esto es, desclasados (como Patxi López, por ejemplo, hay infinidad), y para ser objeto de violencias y engaños por parte de las minorías dirigentes -y organizadas frente a la desorganización del pueblo y persecución de sus vanguardias conscientes bajo el capitalismo-, que dijera el padre de la teoría elitista, Gaetano Mosca (1858-1941), o su discípulo hispánico Ortega y Gasset a la española manera. Y es que ahora, en esta casquería de jerga «veteroneoparlabarata» -pedimos disculpas por el palabro-, lo penúltimo en el mercado de las ideologías es hablar de las «élites», como si nuestros destinos fueran teledirigidos por un oscuro Club Bilderberg, más propio de charlatanes a lo Iker Jiménez. Y no de la oligarquía financiera, de fascismo, de lucha de clases, de sinvergüenzas, de cloacas, de «fondo de reptiles», de hijos de puta y demás ralea y patulea. Ya ven que no tocamos el tema catalán.
Buenas tardes.