Dicho Mapa de la Memoria, que consiste en una relación de víctimas habidas durante los últimos 50 años entregadas a diversos municipios vascos (excluyendo significativamente a Navarra) donde hubo esos muertos ocasionados por ETA, GAL, Batallón Vasco-Español, GAE, la Triple A o por las FSE, está impulsado por la Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco ubicado en Lakua (Vitoria-Gasteiz).
EH Bildu dice querer participar en el debate por “responsabilidad” puesto que “si se reconoce a unas víctimas y a otras no, eso va en contra de la dignidad de todas ellas”. Dicho así, suena lógico, pero hay algo que rechina. Eso de meter en el mismo saco A TODAS LAS VÍCTIMAS, de insacularlas, no acaba de encajarnos bien. Es un poco como el “argumento” que dice que en la guerra civil española hubo “atrocidades por ambos bandos” diluyendo la responsabilidad principal del causante de dicha guerra, esto es, la sublevación militar-fascista. Es como si la guerra tuviera orígenes deportivos con, por supuesto, vencedores y vencidos, siendo los muertos “daños colaterales” inevitables, qué se va a hacer, el “juego de la guerra” es así, tiene estos imponderables de los cuales NADIE ES RESPONSABLE porque nadie empezó y, si unos hablan, de sublevación facciosa, otros dirán que la rebelión empezó en Asturias en el 34 con los mineros que poco menos que querían hacer una revolución bolchevique ¡contra la República!
Paradójicamente, es la secretaria general del PSE-EE, Idoia Mendia, quien arroja algo de luz en este contencioso al exigir al lendakari Urkullu que “no avale la tesis del conflicto político” (entre, se supone, ETA y parte del pueblo vasco y el Estado español). Admite, como quien te perdona la vida, que haya habido víctimas ocasionadas por “actuaciones irregulares de funcionarios públicos”, o sea, las FSE, pero, advierte, esas víctimas en absoluto “se pueden equiparar a la acción criminal de ETA”. Y es que la causa de la victimización de unos y otros “es distinta”, concluye Mendia, que añade: “su origen radica en otras circunstancias muy distintas entre ellas en muchos casos”.
Pues bien, aunque parezca mentira o que nos hemos vuelto locos, estamos de acuerdo con las palabras de esta señora aunque, eso sí, coincidamos por motivos bien diferentes y opuestos. Ella distingue las víctimas desde quien se sabe vencedor en el “conflicto” que ella niega -va en el guión y en el sueldo- por hurtarle su carácter político y, por lo tanto, las víctimas de ETA son las auténticas víctimas, las de verdad, y producidas por “criminales”, por “terroristas” que querían implantar un “proyecto político” mediante la lucha armada o “terrorismo” en la jerga oficial. Las otras víctimas, las de las FSE, son, como se dijo, “actuaciones irregulares”, pero no cometidas por “criminales”, ahora no, ni por “funcionarios públicos”, policías, al servicio del terrorismo de Estado quien, en última instancia, no se olvide, tiene el monopolio de la violencia, de modo que sus víctimas son de otra clase, de otra categoría, son de segunda división. Por lo tanto, esta señora DISTINGUE a unos de otros, y, repetimos, estamos de acuerdo, por razonamientos opuestos, por descontado. Unas y otras “víctimas” son magnitudes heterogéneas, no homogéneas porque, en efecto, sí existe ese conflicto que a ella no le gusta que se reconozca y le da una colleja a Urkullu. Y ese conflicto persiste al margen de la existencia o desaparición de la organización armada, de su derrota.
Quien está dispuesto, al parecer, a meter a todos en el mismo zapato es EH Bildu en aras de la “pacificación y la convivencia y la reconciliación”. Tiene que ser el enemigo, encarnado en esta señora, quien le recuerde quién manda aquí, quienes son víctimas del “terrorismo” y quienes “pasaban por allí” en el momento más inoportuno.