De «cuestión de Estado» se habla en un titular de un diario deportivo catalán. Se refiere al futbolista del F. C. Barcelona Gerard Pique (no le ponemos acento ortográfico como tampoco lo lleva Bernabeu ni ningún apellido catalán, que no sea castellanizado) que fue pitado en el Carlos Tartiere (y antes en León), campo del Oviedo, durante el partido internacional entre Eslovaquia y España. Sucede que en el mes de noviembre se iba a jugar un partido amistoso entre Inglaterra y España en el Santiago Bernabeu de Madrid, pero ante la previsible pitada al jugador culé Pique, la torpísima Federación Española de Fútbol decide trasladar ese partido al estadio Rico Pérez del Hércules de Alicante adelantando, encima, un día ese partido (de sábado a viernes).
Pongámonos en situación. Desde un punto de vista, digamos, «español», se dice, y no sin cierta lógica, al menos formal, que así como se pitó el himno español y al Rey en la final de Copa en el Camp Nou, el futbolista Pique, tácito independentista -que no expreso como en su día el futbolista catalán Oleguer Presas-, debería aceptar que se le pite, y todo ello en uso -se viene a decir- de la «libertad de expresión». Tiene «lógica», ya digo. Pero todo es una impostura grotesca y ridícula. Un esperpento que es en lo que se ha convertido la piel de toro. Un país de risa. Y ello porque Pique, ya forrado y en sus últimas boqueadas como futbolista, bien podía decir que, muy bien, se me abuchea y no se agradece mi lealtad -y «orgullo», ha dicho el ministro español del Deporte-con la selección española, con «La Roja» (apodo copiado y expropiado a la genuina «Roja» que es Chile), pues nada, no vuelvo y ¡visça Catalunya! Pero no va a hacer esto, siendo inconsecuente consigo mismo, que parece cosa de críos, y, sin embargo, también tiene su cierta lógica.
El entrenador, Del Bosque, hombre de buen talante, bonachón, pero sin mucho carácter, quiere templar gaitas diciendo, a sabiendas de que es falso, que el contencioso obedece, en el fondo, a la eterna rivalidad Madrid-Barça. No. La cuestión es que hay un problema político irresuelto por las burguesías de diferente pelaje que traen, conllevan y acarrean estas consecuencias, que son excrecencias de tono menor, si se quiere, pero muy significativas, es decir, que dicen mucho de la temperatura del cuerpo social. De cualquier aparente menudencia se lía una gorda, al margen e intereses reales o espurios.
Se puede decir, joder con el Pique, se alegra que piten el himno, pero a él que no le piten, menudos cullons gasta el tío listo este, y encima apela a la libertad de expresión, muy bien, pues nosotros también y por eso te pitamos, por separatista, independentista y culé, joputa. ¿Cómo rebatir esto? Cuesta trabajo, sobre todo cuando no se mira la causa que genera todas estas contradicciones o antinomias de mayor o menor calibre en las que uno se entretiene (además de vender periódicos y rellenar espacios radiofónicos y televisivos) y se enzarza perdiendo de vista el quid de la cuestión, que no es otro que el problema político de origen irresuelto más por incapacidad que por inutilidad o torpeza. O todo a la vez.