Al efecto es necesario conocer algo sobre Austalia y su historia para entender que es lo que pasó para que Herr Trump cortara el teléfono.
Australia es una isla continente, de aproximadamente cinco millones de kilómetros cuadrados, y habitada por unos 15 millones de habitantes. Desde su incorporación a la corona británica en el siglo XVIII, ese enorme territorio sirvió como lugar de expiación donde eran enviados los delincuentes británicos que fueron los primeros europeos que habitaron el mismo. Australia estaba ya habitada por los maoríes que son una etnia que habita todo el sur de Oceanía conocido como papuasia.
En un principio los recién llegados que ejercieron el gobierno en nombre de su «graciosa» majestad convivieron en forma mas o menos pacífica con los aborígenes. Una de las primeras medidas que toma la metrópoli inglesa es separar los blancos europeos de los maoríes y encerrar a estos últimos en campos de trabajo para «protegerlos», en lo que fue uno de los mayores crímenes que cometió el imperio británico y que se oculta en forma sistemática.
Los hijos de los maoríes eran separados de sus familias y dados a instituciones de «beneficencia» que los «educaban» en los valores de la religión anglicana, en lo que fué un auténtico genocidio donde murieron aproximadamente cinco millones de individuos.
Al día de hoy los maoríes son menos de 2 millones y gracias a las denuncias que se han hecho por parte de organizaciones humanitarias, se consiguió que finalmente los gobiernos del Reino Unido y Australia pidieran disculpas por los crímenes cometidos sin que haya constancia de alguna medida de reparación.
A pesar de todo lo pasado, Australia no admite refugiados que no sean blancos indoeuropeos ya que desea preservar la supremacía blanca de la población. Si no fuera así, la población blanca sería reemplazada rápidamente por malayos, papuenses, indonesios y filipinos (uf, ¡qué asco!). Y todo ello, a pesar de que la isla continente solo está poblada cerca de las costas.
Hay todo un «hinterland», absolutamente desierto, que podría albergar a millones de seres humanos que lo pasan muy mal. Los supremacistas australianos se parecen como dos gotas de agua a los blancos sudafricanos y yanquis, que cuidan celosamente la «raza». Esto es claramente una ideología fascista, y revela hasta donde llega la insensibilidad humana de estas clases. En Australia, gobiernen los laboristas, que son tan de izquierda como sus conmilitones ingleses, como los conservadores, esta es una política de estado, y la mantienen a rajatabla.
Como anécdota cabe mencionar, que cada tres o cuatro años, aparecen en la prensa argentina unos anuncios, donde se informa a la población que un grupo de «caballeros» australianos viajará a Buenos Aires en busca de mujeres de «buena familia» para casarse con ellas. A esos anuncios suelen responder mujeres arruinadas de la viaja oligarquía terrateniente, que aceptan el convite. De esa manera se mantiene la pureza de clase.