De combatir con los nazis en el Donbas a echar una mano a los kurdos en Rojava

El 17 de febrero la publicación holandesa ad.nl (*) informó sobre la muerte cerca de Raqqa de un holandés de 22 años, que se hacía llamar Sjoerd Heeger. Combatía en la milicia kurda “Baran Sason”, que forma parte de YPG. El artículo no explicaba cómo ocurrió su muerte dos días antes.

Antes de ir a Siria con los kurdos, pasó un tiempo en Ucrania luchando en Donbass contra los “separatistas prorusos”. La publicación admite que luchó con una “milicia de derechas” en el Donbas que, como no podía ser de otra forma, es el grupo armado nazi Pravy Sektor.

Es posible que a más de uno le suene un poco extraña esa deriva entre la “ultraderecha” y la autoproclamada posición “autogestionaria” y “ecosocialista” de YPG, pero eso es lo que les ocurre a todos aquellos se llenan el mundo de etiquetas e ideologías.

Los teatros de guerra sirio y ucraniano tienen lugar simultáneamente y están unidos por mil lazos insospechados y, curiosamente, a algunos europeos les mucho más fácil ir a combatir en cualquiera de ambas guerras que a la manifestación más cercana.

El tráfico de armas desde el Donbass hacia zonas de guerra como Siria tiene lugar con la misma facilidad y, además, bajo los auspicios de los gobiernos occidentales y del de Kiev.

Un ejemplo reciente: cuando Al-Qaeda derribó un avión Su-25 ruso en febrero de 2018, se plantearon preguntas sobre cómo se las arreglaron los terroristas para adquirir lanzamisiles Manpad, o bien “Stinger” estadounidenses o “Igla” rusos.

Gracias al trabajo de la periodista búlgara Dilyana Gaytandzhieva, ahora lo conocemos.

El número de extranjeros que luchan junto a los kurdos en Siria es algo que Washington prefiere mantener en secreto. Se habla mucho de los mercenarios de Wagner pero no tanto de los ciudadanos europeos que dicen que “luchan” contra el Califato Islámico, aunque han permitido a sus milicianos salir ilesos de Raqqa.

En Rojava y el norte de Siria han creado una buena base de entrenamiento y rearme.

Aparentemente el Washington Post entrevistó al tal Sjoerd Heeger antes de su fallecimiento, revelando que trabajó en el servicio de recogida de basuras y tambien de teleoperador:

“Mi madre no sabe que estoy aquí. Tal vez le envíe una foto con una granada. Ella está acostumbrada a que yo desaparezca”, dijo. El entrenamiento de combate de Heeger consistió en disparar a cuatro revistas. Su instructor le enseñó primeros auxilios, “pero no entendí ni la mitad de lo que dijo”.

En mayo de 2017 se grabó en vídeo la aventura con los kurdos que le ha llevado a la muerte.

(*) https://www.ad.nl/binnenland/nederlander-die-streed-tegen-is-komt-om~ae86337a/

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