Grabar-Kitarović ha definido el escándalo Agrokor –con la acumulación de una deuda de dos mil millones de euros por mala gestión, corrupción y negligencia estatal cuya principal consecuencia ha sido la pérdida de liquidez– como el factor que más perjudica a la imagen de Croacia y espanta las inversiones extranjeras. Y tiene razón. Agrokor es el mayor grupo empresarial de Croacia y una de las más grandes de los Balcanes: un consorcio de 61 empresas del sector alimentario y de cadenas de supermercados repartidos por Croacia, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Serbia y Montenegro. Hoy, al borde de bancarrota y con 60.000 empleados a punto de ser despedidos (de los cuales 20.000 trabajan fuera de Croacia), Agrokor sigue representando el 3% del PIB nacional.
El objetivo del gobierno croata es encontrar una solución para que Agrokor y sus compañías claves sigan funcionando, toda vez que su bancarrota perjudicaría gravemente no solo la economía croata sino la de toda la región. Se han dado los primeros pasos en esta dirección: el propietario del consorcio, Ivica Todoric, y varios miembros de su familia han sido obligados a dimitir de todas sus funciones (se han exiliado en Londres). La cuestión de quién será el futuro propietario de Agrokor permanecerá probablemente abierta hasta el final del proceso de reestructuración financiera del grupo. Se ha acordado con los proveedores mantener las entregas a la cadena minorista Konzum (la cadena de supermercados más importante de Croacia).
Sin embargo, será una tarea mucho más complicada encontrar una solución para pagar las deudas con bancos y proveedores. A largo plazo supondría la refinanciación y venta de una parte de los activos de Agrokor. En tal proceso lo más difícil –además de la falta de liquidez– sería conciliar los intereses del Estado con los de los acreedores bancarios y los de un gran número de proveedores.
Teniendo en cuenta que la mitad de la deuda pendiente pertenece a dos bancos rusos, la salvación de Agrokor pasa necesariamente por el Kremlin. Moscú se prepara para capturar una gran parte de la economía croata de un solo golpe. De lograrlo, Croacia pasaría de ser un baluarte contra la influencia de Rusia en los Balcanes a convertirse en la primera pieza de un dominó ruso en la región.
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