La ola de expulsiones de las tropas francesas de sus últimos reductos coloniales en África está siendo abochornante. Periódicamente un goteo de países declaran públicamente que ya no admiten su presencia militar.
Todo comenzó en 2022, cuando las poblaciones de Malí, Burkina Faso y Níger se manifestaron masivamente contra los viejos colonialistas, empujando a sus gobiernos a exigir el cierre de las bases militares de sus territorios. Esta dinámica popular condujo al desmantelamiento gradual de las redes militares y clientelares francesas en el Sahel, marcando el final de una era de influencia directa de París en la región.
Ayer por la tarde el presidente de Costa de Marfil, Alassane Ouattara, despidió el año anunciando la próxima recuperación de la base militar francesa de Abiyán. El campamento del 43 Batallón de Infantería de Marina en Port-Bouet, que albergaba a unos 1.000 soldados franceses, será transferido al ejército marfileño a partir de este mes.
La decisión se produce tras los recientes anuncios de Senegal y Chad sobre la salida de soldados franceses de sus respectivos territorios. El 26 de diciembre ya se entregó en Chad una primera base situada en Faya, en el extremo norte del país.
El campamento militar de Abiyán pasará a llamarse en honor del general Ouattara Thomas d’Aquin, primer jefe de estado mayor del ejército de Costa de Marfil, simbolizando así el deseo de afirmar la soberanía nacional.
“Podemos estar orgullosos de nuestro ejército, cuya modernización ya es efectiva”, dijo el presidente Ouattara, destacando la potencia de fuego creciente del país africano. La modernización demuestra la determinación de los Estados africanos de garantizar su propia seguridad, particularmente frente a las amenazas yihadistas que persisten en la región del Sahel y en las fronteras septentrionales de los países del Golfo de Guinea.
Costa de Marfil, tradicionalmente considerada un estrecho aliado de Francia en África Occidental, inicia así una nueva fase en su historia. El acontecimiento se produce a pocos meses de las elecciones presidenciales de octubre de este año, que Ouattara ha prometido que serán pacíficas, transparentes y democráticas.
A sus 83 años, el jefe de Estado marfileño, que aún no ha revelado sus intenciones sobre una posible candidatura a un cuarto mandato, parece querer dejar su huella en la transformación de las relaciones franco-marfileñas, respondiendo así a las crecientes aspiraciones de soberanía expresada en el continente africano frente a las metrópolis europeas.