En 1885, durante la conferencia de Berlín, el rey de Bélgica Leopoldo II, obtuvo de los demás países europeos el Congo, unterrtorio africano con una superficie de 2.345.000 kilómetros cuadrados, que pasaría a ser de su propiedad personal.
Desde entonces, siempre que tuvo oportunidad, recordó que no se lo regalaron sino que compró aquel terreno como cualquier otra finca. Lo que se le había olvidado es que el dinero procedía de un préstamo concedido por el Estado belga.
La brutalidad de la conquista provocó fuertes críticas, principalmente procedentes de los países anglosajones. La prensa anglosjona se hizo eco de los castigos corporales, los trabajos forzados impuestos a los nativos y las manos cortadas de los recalcitrantes. Las fotografías que ilustraban estas prácticas circularon por toda Europa y empañaron la reputación de un país que apenas tenía un siglo de antigüedad.
Para lavar la cara al rey, Bélgica organizó una primera Exposición Universal en Bruselas en 1897 que quiso mostrar el “lado bueno de la colonización”. Incluso trajeron del Congo a un grupo de nativos, que fueron expuestos a los visitantes de la exposición en medio de un frío glacial.
Nueve de ellos murieron y fueron enterrados apresuradamente en una parte del cementerio de Tervuren, una ciudad cercana a Bruselas, que anteriormente estaba reservado para las prostitutas.
En 1908 el rey cedió el Congo a Bélgica. El gobierno aceptó la oferta no sin desgana: para ella, la colonia, objeto de numerosos escándalos, no debería suponer ningún coste.
Dos años más tarde se inauguró en Tervuren el Palacio Colonial, diseñado por el arquitecto francés Charles Girault siguiendo el modelo del Petit Palais de París. Fue encargado por Léopold II y financiado con una parte del dinero que había succionado del Congo.
En 1913 la Exposición Universal, esta vez celebrada en Gante, pretendió responder a las críticas y superar las reticencias de una población belga muy escéptica con su colonia africana. De nuevo volvieron a enfatizar la labor civilizadora realizada en la cuenca, las mejoras económicas alcanzadas y el importante trabajo de los misioneros católicos. La consiga era “lograr que la gente olvidara los escándalos lo más rápido posible”.
Para esta efemérides encargan una obra monumental “Panorama del Congo”, un cuadro circular de 115 metros de largo y 14 metros de alto que atraerá a las multitudes. Fue creado por dos de los mejores pintores belgas de la época, Alfred Bastien y Paul Mathieu.
“Panorama del Congo” costó 123.000 francos belgas, una suma considerable para la época, equivalente a doce años de trabajo para un obrero belga.
La transición de la barbarie a la civilización
El Ministro de Colonias, Jules Renkin, había sugerido un año antes que viajaran a África y visitaran el puerto de Matadi, construido en la desembocadura del río Congo. Era el punto de partida de los buques mercantes que cruzaban el Atlántico cargados de marfil, caucho y fardos de algodón.
Teniendo sólo ocho semanas para localizar los lugares desde el puerto de Matadi hasta la capital, Leopoldville –hoy llamada Kinshasa–, Paul Mathieu y Alfred Bastien se limitan a la desembocadura del río y a sus orillas pero no se quedan con los brazos cruzados: desde sus ubicaciones capturan 150 fotografías, 70 bocetos y grabaciones de voces congoleñas capturadas en rollos de cera, los fonógrafos de aquella época.
Durante la exposición, organizada en un pabellón de arquitectura oriental, los vistantes son dirigidos a un balcón de observación desde donde descubren un Congo colorido e idealizado, que ilustra perfectamente las palabras de los organizadores de la exposición y los deseos del Ministro de las Colonias: demostrar la transición de la barbarie a la civilización.
Después de despertar el entusiasmo de la multitud en Gante, la obra se presentó por segunda vez en la Exposición Universal de Bruselas en 1935. Será su última aparición pública. Posteriormente, el inmenso lienzo se enrolló cuidadosamente y se guardó en un cilindro en el Palacio de las Colonias, en Tervuren, y luego en el museo del ejército, instalado en el Parque del Cincuentenario, en Bruselas.
“Panorama del Congo” resultó dañada durante la Segunda Guerra Mundial. Los ocupantes alemanes perforaron la funda por temor a que albergara proyectiles. A pesar de los esfuerzos realizados por la Oficina Colonial y los herederos de Leopoldo II, la obra nunca logró unanimidad en Bélgica y nadie se preocupó de reparar o exponer la obra, que definitivamente estaba pasada de moda.
Hubo que esperar hasta 2022 para que se digitalizara, después de apercibirse de su interés histórico. La reproducción del cuadro, presentado en el Museo Tervuren desde el 28 de noviembre, es nueve veces menor que la original. Grandes secciones de este último, sin embargo, se exponen en salas situadas en el sótano del museo, frente a una canoa de 22 metros de largo y una pequeña sala dedicada a denunciar el racismo.
Por supuesto, ya nadie habla del trabajo civilizador de Bélgica al Congo. Es un ejempo de propaganda. Además de recuperar el lienzo, los especialistas buscaron en los archivos del museo y desenterraron las fotografías y bocetos traídos por los pintores para inspirar sus composiciones. También copiaron y digitalizaron grabaciones que habían estado inactivas en baúles durante un siglo.
La realidad estaba oculta en los clichés
Los pintores sólo habían recordado los colores brillantes de los taparrabos y los mercados, la animación de la palabrería donde los nativos se encontraban uniformados con los europeos, la majestuosidad de los barcos mercantes y la destreza que representaba la construcción del ferrocarril de las cataratas, para conectar el puerto de Matadi con Leopoldville.
Pero exhumadas y revividas mediante técnicas contemporáneas, las fotografías cuentan una historia muy diferente: en el fondo de la conversación aparentemente pacífica, las imágenes muestran, acechando entre los arbustos, reclutas de la Fuerza Pública Congoleña, el ejército de la época. Con una actitud amenazadora, estaban dispuestos, ante el más mínimo gesto de los oficiales belgas, a abrir fuego contra una multitud menos serena de lo que parecía.
La traducción de grabaciones de la época confirma el malestar entre los congoleños. Para conocerlo, los investigadores tuvieron que abandonar Kinshasa para dirigirse a Ituri y Maniema, regiones del este del país donde, tras la pista de los esclavistas que venían de las costas del Océano Índico, alguna vez se habían reclutado numerosos porteadores.
‘Mi papá prefirió apuñalarse’
Los congoleños de hoy tradujeron los lamentos, los gritos del pasado. Mientras que los colonizadores pensaban que sólo escuchaban cánticos tradicionales, otros mensajes se habían deslizado detrás del repique de los tambores. Con los cascos en los oídos, hoy los visitantes de Tervuren escuchan las palabras: “Aquí sólo queda sufrimiento”, “el fuego lo destruyó todo”, “el pueblo fue abandonado”, “lo único que nos queda son las flechas envenenadas”, “si eres demasiado débil, te azotaremos”, “mi papá fue apresado por la fuerza, pero prefirió apuñalarse”. Las quejas desenmascaran el verdadero rostro del “colonialismo modélico”.
El famoso “ferrocarril de cataratas”, construido por senegaleses y “culíes” chinos (*), que sustituyeron a los congoleños, no se utilizaron para transportar pasajeros, a excepción de los europeos. Los demás tenían que caminar a lo largo de las vías porque sólo las mercancías subían a la capital Leopoldville o bajaban al puerto de Matadi, con Amberes como destino final.
Cuando describieron los colmillos de marfil descargados de los barcos y amontonados en los muelles de la ciudad portuaria, Joseph Conrad o el historiador Edmund Morel no fueron víctimas de alucinaciones y su descripción de las 1.500 manos cortadas era una verdad terrible.
Las notas de viaje de los dos pintores, conservadas hasta entonces en los archivos del museo y finalmente sacadas a la luz, presentan también otra realidad, muy alejada de la obra encargada. Describen un “campamento de negros desnudos y temblorosos”, ovejas que parecen pastar en la piedra o un enfermo senegalés envuelto en un bubú blanco (**). Revelan que las bonitas cabañas que ocupan el frente del escenario son sólo un decorado apropiado, “chimbeques” (***) construidos sobre cimientos hechos de botellas vacías.
La exposición rompe en mil pedazos añicos la centenaria imagen de los belgas, educados durante mucho tiempo con la imagen de negros sonrientes y buenos niños reunidos frente a misiones católicas y protestantes.
Un caso precoz de desinformación
El actual director del museo, el antiguo diplomático Bart Ouvry, dice que “Panorama del Congo” es una obra de propaganda que durante mucho tiempo ha convenció a los belgas de los beneficios del colonialismo. Implícitamente, la exposición actual también recuerda el discurso pronunciado por Patrice Lumumba el Día de la Independencia, el 30 de junio de 1960. Le acusaron de insultar al rey, que se levantó para no escuchar más. El Primer Ministro del Congo provocó entonces la ira definitiva de la metrópoli. Seis meses más tarde, con la aprobación de Bruselas, el héroe de la independencia sería entregado a sus enemigos katangueses, quienes lo ejecutaron sin dudarlo.
La propaganda colonial, ya sea Bélgica o en otras antiguas metrópolis, corresponde a lo que hoy llamaríamos “desinformación”. Las imágenes falsas, los informes complacientes recuerdan que la colonización del Congo fue ante todo una empresa de explotación económica descrita entonces como “mejora”.
Han pasado los años, pero las imágenes actuales de niños trabajando en minas de cobre o cobalto, hundirse en las galerías o transportar cargas demasiado pesadas demuestran que la explotación continúa. A partir de ahora, es en Washington donde parece estar en juego el destino del Congo, a la luz del acuerdo impuesto por Trump para quitar a los chinos el acceso a los minerales estratégicos y obligar a Kinshasa a compartir sus recursos con un vecino ruandés que actúa como receptor e intermediario. En el contexto actual marcado por la depredación, el terror y la indiferencia mundial “Panorama del Congo” es un engaño que parece muy actual.
—https://afriquexxi.info/Le-Panorama-du-Congo-une-fake-news-coloniale-enfin-demasquee