Como cualquier otra burocracia, la Unión Europea se alimenta de reglamentos, directivas y circulares, que forman un laberinto en el que es casi imposible orientarse. Europea es un continente virtual. Hay países que ya han desistido de intentar entrar en el mercado europeo y a otros, como China, los quieren echar… a golpe de normas.
Lo que el libre mercado no puede, lo puede una oficina de Bruselas. Es una guerra económica que ya no oculta su nombre, ni tampoco su derrota. Tampoco se preocupa de ocultar que la guerra se dirige contra China y que su apoyo a Rusia en la Guerra de Ucrania es un pretexto que ya no cuela. Tienen que bloquear a China por la fuerza porque no pueden hacer otra cosa para proteger su mercado interno.
La nueva ley aprobada por el Parlamento Europeo en mayo de este año obliga a controlar ciertos sectores estratégicos, como los medios de comunicación, las materias primas, el transporte, la energía, los semiconductores, la inteligencia artificial y las tecnologías emergentes. El control se amplía a proyectos completamente nuevos —no solo a adquisiciones— y otorga a la Comisión Europea mayores facultades para intervenir en disputas o subsanar lagunas legales.
Este mes la Comisión Europea va consolidar las nuevas normas poniéndoles nombres y apellidos: China. Supone un paso más hacia la supranacionalización de la política comercial y de inversión de la Unión Europea.
Sin embargo, es evidente que aumentar el control de la Comisión Europea no va a mejorar la competitividad de las empresas europeas. Durante la última década, Bruselas ha ampliado progresivamente su radio de acción a prácticamente todos los ámbitos políticos, pero la centralización no ha producido ningún beneficio. Al contrario, la fuerza económica de Europa se ha erosionado.
El núcleo industrial de la Unión Europea —Alemania, Francia e Italia— muestra claros síntomas de estancamiento estructural: contracción industrial, disminución de la capacidad de innovación y pérdida constante de competitividad mundial. El informe de Mario Draghi reconoció estos problemas, instando a una inversión pública y privada masiva para reactivar la economía. Draghi lo sabía muy bien porque él era uno de los responsables del desaguisado.
Los nuevos reglamentos van a deprimir aún más la inversión extranjera directa (IED). Al debilitar el compromiso de la Unión Europea con la apertura de los mercados, Bruselas también está socavando sus antiguas críticas a las restricciones a la inversión en China. Si Pekín está bloqueando el acceso extranjero, como afirma la Unión Europea, ¿cómo se explica que la IED europea en China sea considerablemente mayor que la IED china en Europa? En 2022 la inversión europea en China ascendió a 247.000 millones de euros, mientras que la inversión china en Europa ascendió a tan solo 54.000 millones de euros.
Además, la IED china en Europa ha disminuido drásticamente, un 77 por cien desde 2016, debido en gran medida a los bloqueos reglamentarios sobre la IED introducidos desde 2020.
Al exigir a los inversores extranjeros que demuestren “beneficios locales“ —en términos de empleo, transferencia de tecnología o I+D—, Europa está adoptando en la práctica la misma lógica intervencionista por la que en su día condenó a Pekín.
Los chinos no se van a quedar de brazos cruzados. Ya han demostrado que pueden tomar represalias contra las medidas estadounidenses y japonesas ralentizando las aprobaciones, endureciendo las regulaciones para las empresas extranjeras o restringiendo las exportaciones de insumos clave como las tierras raras y los materiales para baterías, áreas de las que Europa depende estructuralmente. Pekín también podría redirigir los flujos de inversión a otras regiones, marginando aún más a Europa.
Mientras tanto, la industria europea se estanca. En sectores como la automoción, la inteligencia artificial, las tecnologías ambientales y la fabricación avanzada, China sigue progresando, mientras que la Unión Europea se atasca en sus regulaciones burocráticas. Europa ya sólo sabe fabricar normas de papel.
Hoy es muy difícil bloquear las inversiones directas de cualquier país porque nadie sabe quién es el accionista, o el inversor, el obligacionista, o el prestamista. El capital tiene pasaporte pero, como los barcos, es fácil fabricar el pabellón de cualquier país. Bruselas corre el riesgo de ahuyentar no solo el capital chino, sino toda la inversión extranjera, agravando así su estancamiento económico.
Pekín no se quedará de brazos cruzados si la política económica europea se vuelve más discriminatoria. Dispone de múltiples herramientas para presionar, desde imponer barreras regulatorias hasta restringir las exportaciones de materias primas estratégicas. Las represlias intensificarían el declive económico de la Unión Europea y reforzarán su dependencia de otros países. De ser una potencia económica mundial pasaría a convertirse en una burocracia cerrada.
Thomas Fazi y Fabio Massimo Parenti https://www.thomasfazi.com/p/the-eu-continues-to-self-sabotage