En Bucha no hay nada que investigar porque todo está claro desde el principio. Rusia ha sido juzgada y condenada por “crímenes de guerra”. Sin embargo, para estirar la campaña publicitaria, Estados Unidos ha vuelto a poner en pie la Comisión Internacional de Personas Desaparecidas, uno de esos tinglados de vividores y parásitos que aparecen y desaparecen según las necesidades del momento.
Este tipo de comisiones se hicieron famosas en otra masacre, la de Raça, de la que pocos se acuerdan. Refresquemos la memoria de uno de esos famosos “crímenes de guerra”.
Raçak es una pequeña localidad de Kosovo de unos 400 habitantes. A finales del siglo pasado se había convertido en el bastión de los terroristas kosovares de UÇK, un grupo fabricado por los imperialistas en 1996 para acabar con los restos de Yugoslavia y someter al gobierno de Belgrado.
La táctica de UÇK fue claramente policial y se basaba en provocar asesinatos para atraer la represión. Entre 1993 y 1998 el grupo asesinó a cerca de 200 policías serbios, 125 civiles albaneses considerados como “colaboracionistas” y cerca de 120 civiles serbios o pertenecientes a otras minorías.
El terrorismo kosovar fue alentado y armado por la OTAN y que, de esa manera, rompieron los acuerdos de alto el fuego firmados de antemano.
Los terroristas provocaron una represión brutal por parte de la policía y el ejército serbios, que iniciaron una operación contra Raçak. Las cifras oficiales hablan de unos 40 muertos entre la población civil, la décima parte que en Bucha.
El escenario estaba muy bien preparado porque hoy sólo interesan las masacres que se pueden poner en un televisor. La OTAN llevó a la localidad a un equipo de la agencia estadounidense Associated Press para que filmara los hallazgos, por macabros que fueran. Sin embargo, la película mostró un pueblo prácticamente desierto. Había muy pocas cosas que contar. La gran mayoría de los vecinos habían abandonado el pueblo el año anterior (1).
A la mañana siguiente, los cadáveres aparecieron como por arte de magia. Los mafiosos de UÇK trasladaron a los periodistas y observadores a ver una fosa común que habían encontrado repentinamente durante la noche. Se trataba de cadáveres de civiles albaneses. Por supuesto.
Entonces se fragua la versión oficial de la OTAN, de la mano de William Walker, un tipo sacado de las cloacas más negras del imperialismo. Había sido general del ejército estadounidense y luego sicario de la CIA bajo la cobertura de un cargo diplomático. También era miembro de la OSCE, por lo que en suma estaba encabezando la agresión militar contra Yugoslavia.
Walker elaboró al pie de la letra los informes que la OTAN necesitaba. Ante una multitud de periodistas y sin haber realizado ninguna investigación, les dijo a los medios de comunicación que se trataba de una carnicería, llegando a calificarla de “crimen contra la humanidad”, y haciendo a los serbios los únicos responsables de la atrocidad.
Todo estaba saliendo según lo previsto. Clinton calificó el decorado como “asesinatos deliberados destinados a sembrar el terror” y convocó urgentemente al Consejo Atlántico, compuesto por los embajadores de los miembros de la OTAN, que condenó la “masacre”.
Entonces los medios tampoco ahorraron unos calificativos que están ya gastados por el uso y abuso: matanza, masacre, carnicería, genocidio, limpieza étnica… “Las tropas serbias asaltaron el pueblo de madrugada y ejecutaron a sangre fría a 45 civiles, todos de etnia albanesa”, dijo entonces El País (2). Los serbios quedaron condenados para siempre a los ojos y oídos del mundo.
En estos casos nunca hacen falta pruebas. Cuanto mayor es la masacre, mejor para juzgar y condenar. Todo es evidente por sí mismo. “Las muertes de Raçak provocaron un giro radical en la actitud internacional hacia la crisis de Kosovo, que culminó con los bombardeos aliados sobre Yugoslavia”, recordaba hace poco el diario Segre (3). Una matanza inventada condujo a una matanza real.
La comisión de investigación llegó después. Las autopsias estuvieron dirigidas por la finlandesa Helena Ranta, a la que en un primer momento no permitieron relatar lo sucedido. Redactó un informe que sus jefes no aceptaron, así que tuvo que presentar otro al dictado de Walker, es decir, de la OTAN.
La mala conciencia debió perseguir a la forense durante los años que permaneció callada… Hasta que empezó a conceder entrevistas, escribir artículos e incluso libros, sobre el asunto. Pero para entonces la memoria ya se había borrado casi totalmente. ¿A quién le importaba eso?, ¿quien se acuerda de que era todo mentira?
Las fotos de los cadáveres aparecieron en los medios convenientemente tuneadas. La preocupación más elemental fue la de borrar los distintivos militares de los uniformes, para que las víctimas parecieran civiles. La BBC dijo que la policía serbia había asesinado a “gente común” con edades comprendidas entre los 14 y los 99 años. Añadió también que los cadáveres tenían disparos en la cabeza pero, según Ranta, los muertos no fueron víctimas de una ejecución “a quemarropa”, sino consecuencia de disparos a larga distancia. El asalto de la policía yugoslava a la localidad dio lugar a una batalla campal con los terroristas que se habían atrincherado en las viviendas.
Entre los cadáveres había una joven de 22 años, hija de Sadiq Muyota, comandante de una unidad de UÇK, que tenía residuos de pólvora en las manos. De todos los cadáveres analizados por la forense, 36 tenían restos de pólvora en las manos. Sólo unos pocos se podían considerar -quizá- como civiles albaneses. Los demás eran terroristas de UÇK o policías serbios traídos de aluvión para subir la cifra de muertos, hasta completar un total de 40, o quizá 45, porque el número no está claro.
El gobierno socialdemócrata alemán, uno de los máximos responsables de la Guerra de los Balcanes, engañó a la opinión pública escenificando masacres inexistentes. La primera guerra con participación de Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, comenzó con mentiras (4). Un documental de la televisión alemana se titula precisamente así: “Es began mit einer Lüge” (Todo comenzó con una mentira).
En la farsa de juicio contra Milosevic ante el Tribunal Internacional, la masacre de Raçak desapareció de la acusación, para evitar que los trapos sucios salieran a relucir.
En 2008 las mafias kosovares erigieron un monumento en Raçak en honor a Walker, que hizo famoso a un pueblo por una masacre ficticia. Todos los años, las bandas criminales que dirigen el país desde Prístina organizan un acto de recuerdo.
Más de 20 años después, cuando se sabe que no hubo tal masacre, la Wikipedia sigue mintiendo y calificando de “negacionistas” a los que sostienen que no existió nada de lo que la OTAN quiso aparentar entonces.
Si con la matanza inventada de 40 personas en Raçak la OTAN bombardeó Yugoslavia, ¿qué no hará con la de Bucha, donde ya han encontrado 400 cadáveres?
(1) https://radiolaprimerisima.com/opinion/la-otan-y-la-masacre-inventada-para-destruir-yugoslavia/
(2) https://elpais.com/diario/1999/02/05/internacional/918169202_850215.html
(3) https://www.segre.com/es/noticias/panorama/2022/04/04/las_masacres_los_balcanes_precedentes_la_supuesta_matanza_bucha_166843_1106.html
(4) https://www.grupotortuga.com/Kosovo-Racak-1999-como-se-fabrica
Los viejos métodos reaparecen aquí y allá para constatarnos su terror implacable, como una bestia despertada por su amo para conseguir un fin. ¿Acaso le interesa a una nación como Rusia, y más concretamente a su ejército profesional, aparecer ante la atenta mirada del resto de naciones como una panda de gamberros psicoticos, desquiciados capaces de asesinar a sangre fría a cualquier persona que tenga la desgracia de cruzar sus caminos de destrucción desenfrenada y desiquilibrada?..Aunque las guerras sean todas lamentables, no hay tal cosa, los pajaros muertos no cantan. El ejército ruso no va a aniquilar aquello que puede justificar su causa y sus acciones sea a nivel local o internacional. A nivel político es una cuestión de principios y objetivos, a nivel militar, además, es una cuestión de honor. El pueblo ruso no se merece este descrédito sistemático, tampoco el pueblo norteamericano y el pueblo europeo. Pero el escenario no está nunca en los pequeños o grandes problemas próximos y cotidianos que nos rodean por todas partes, que minan nuestros pasos y metas personales, todos y cada uno de los minutos de las muchas veces largas jornadas de trabajo, el escenario viene siendo de unos años a ésta parte, un lugar extraño, lejano, o invisible, que aparece de pronto en un titular, en una pantalla, o en la mente de algún viejo propósito, más antiguo que el mundo, que nos convierte en su objetivo. Paz para la paz y libertad para la libertad.
Un saludo