El artículo está lleno de los eufemismos típicos de la posmodernidad: “despertar”, “inculcar” e incluso “educar”, una tarea que los profesores deben transmitir a los niños desde la más tierna infancia y a la cual, en definitiva, se le da también una vuelta de 180 grados: la “huelga climática” del 27 de setiembre muestra a unos niños que dirigen a sus mayores y les amonestan por “no hacer nada” ante la emergencia climática.
Es un cuento de hadas de ida y vuelta. La directora de comunicación aprovecha el espacio que le brinda el periódico para hacer publicidad de la empresa que le paga, Ecoembes, un caso singular del capitalismo y una verdadera paradoja: una sociedad anónima sin ánimo de lucro.
Son más de 12.000 las empresas que se han sumado a Ecoembes, aunque solo unas 60 de ellas son accionistas, la mayoría grandes monopolios de la alimentación y refrescos, como Pepsi, L’Oréal, Coca-Cola, Bimbo, Danone o Nestlé.
Lo mismo que otras empresas seudoecologistas, Ecoembes es un ejemplo de capitalismo monopolista de Estado. No tiene competencia porque la recogida de envases no se adjudica a cualquier empresa. Ecoembes tiene la exclusiva gracias a un acuerdo con las administraciones públicas y obtiene beneficios a través de tributos especiales que paga cada empresa que pone a la venta una mercancía envasada.
Es un negocio redondo para todas las empresas porque el tributo se añade al precio de la mercancía, por lo que es finalmente el comprador quien lo paga. Pero como las empresas sólo declaran una parte de los envases que ponen en el mercado, la estafa es perfecta porque el precio ha subido lo mismo para unos productos que para otros.
Conclusión: este tipo de fraudes sólo sirven para elevar los precios de los productos “ecológicos” y “reciclables” y el dinero obtenido por Ecoembes alcanza muchos millones de euros anuales.
Los sufridos consumidores aún padecen otro fraude a la hora de reciclar: el “punto de verde”, que no es más que el lugar donde el ayuntamiento recoge la basura, por la cual cobra otro tributo a los vecinos: la tasa de basura.
No es Ecoembes quien se hace cargo del “punto de verde” sino el ayuntamiento, que lleva los envases a las plantas de gestión de residuos que, generalmente, son públicas.
Ecoembes paga a los ayuntamientos según el peso de los envases recogidos; no en función del número de envases puestos en el mercado, ni del número recogido en el contenedor amarillo. Los ayuntamientos están encantados porque no tienen ni un duro y Ecoembes les paga todos los años un montón de millones.
Los fabricantes de los envases acuden a las plantas de gestión de residuos y compran los envases de segunda mano a Ecoembes para reutilizarlos. Por lo tanto, esta empresa cobra dos veces: a los vecinos por el “punto verde” y a los fabricantes por los envases reciclados.
Todos quedan contentos, sobre todo una empresa ecologista montada sobre una cadena de fraudes que, a su vez, promueve el fraude a gran escala. No sólo los ayuntamientos sino todos los medios de comunicación cobran importantes cantidades de dinero de Ecoembes por “concienciarnos” y “sensibilizarnos” por los problemas medioambientales: El País, Público, El Mundo, ElDiario.es…
Lo mismo cabe decir de radios (Cadena Ser), programas de televisión, ONG y campañas de publicidad. Todos quieren comer la sopa boba. Ya hay periodistas especializados en materia medioambiental. La agencia Efe tiene un capítulo “verde”, La Marea también tiene una sección climática, lo mismo que Cambio16. Se han creado agencias de noticias para fabricar a cada minuto informaciones que ayuden a propagar la histeria, como Econoticias o Tegantai, un agencia ecologista de Ecuador.
En plena era de recortes presupuestarios, no hay universidad que no haya creado una cátedra de medio ambiente, generosamente financiada por algún monopolio o algún banco. Es el caso de la Universidad de Córdoba, la Universidad de Granada, la Fundación General de la Universidad de Alcalá de Henares, la Universidad de Lleida, la Universidad de Sevilla…
Ecoembes le ha puesto su nombre a una cátedra de la Universidad Politécnica de Madrid y la cátedra de Medio Ambiente de la Universidad de Córdoba la pagan los monopolios, en este caso Enresa, que también llega al punto de ponerle su nombre comercial.
Es normal que los “ecologistas” proliferen por doquier. No sería posible que el lavado de cerebro alcanzara la dimensión que ha alcanzado de no haberse convertido en una industria. Hay cientos de personas que viven de la histeria climática.
(*) https://www.ideal.es/sociedad/educacion/detras-greta-thunberg-20191005200410-ntrc.html
Lo más caro en el reciclaje era la clasificación, por la cantidad de capital variable que el burgués debía invertir. Precisamente es lo que les ahorramos a los burgueses cada vez que clasificamos gratis para ellos.
Añade a la Universidad de Burgos a la lista… Artículo escrito hace poco que va en la línes de lo que sostenéis por estos lares:
cuadernodeunrojo.blogspot.com/2019/09/el-idealismo-cientifico.html?m=1
Los links que adjunta el artículo:
burgosconecta.es/sociedad/retos-ambientales-existen-20190910122905-nt.html#vca=fixed-btn&vso=rrss&vmc=tw&vli=Sociedad
burgosconecta.es/sociedad/marcos-20190918192555-nt.html#vca=fixed-btn&vso=rrss&vmc=tw&vli=Sociedad