El Primer Ministro francés, Gabriel Attal, ha anunciado el envío del ejército a los puertos y al aeropuerto de Nueva Caledonia. Se trata de una medida extrema para responder a una crisis insurreccional, con un saldo de seis muertos y numerosos heridos en una semana de lucha.
Algunos hablan de “guerra civil” y al Primer Ministro lo que le preocupa es “restablecer el orden” y que los manifestantes vuelvan a sus casas. El gobierno prepara la publicación de una circular criminalizadora que promete castigos más severos para los “manifestantes y saqueadores”.
El miércoles Macron impuso el estado de emergencia en el archipiélago, lo que lleva la protesta a su mismo origen, es decir, a la colonización de mediados del siglo XIX.
La represión colonial francesa se gesta en la Revolución argelina de 1954 y al año siguiente inventa el “estado de emergencia” para legalizar la suspensión de los derechos fundamentales de los colonizados y las prácticas policiales represivas.
En los años ochenta del pasado siglo el Frente Kanako y Socialista de Liberación Nacional (FLNKS) boicoteó las elecciones provinciales, lo que dio lugar a un levantamiento insurreccional. La metrópoli respondió con el estado de emergencia, o sea, con la represión pura y dura.
Frente a las movilizaciones anticoloniales, la metrópoli intensifica un grado su réplica acuñando la expresión “terrorismo” para justificar sus ataques a los derechos y libertades fundamentales.
En 1988 siendo Primer Ministro Jacques Chirac y ministro de Interior Charles Pasqua, al FLNKS se le pone la etiqueta de “terrorismo”, que como bien sabemos en España, es lo más parecido que existe al “pecado original”: dura para siempre y se transmite de generación en generación.
El estado de emergencia es un espectáculo político (mediático) y el “terrorismo” una herramienta de intoxicación, lo que en Francia se consagró en 2017 con la ley que aprueba el SILT (sistema interno de seguridad y lucha contra el terrorismo).
El ministro de Justicia, Eric Dupond-Moretti, ha pedido a la fiscalía “la mayor firmeza contra los autores de los abusos”. Admitió que estaba considerando la posibilidad de trasladar a los “criminales” detenidos a Francia continental “para que no se contaminen […] las mentes más frágiles”.
¿Quiénes son los “terroristas” y “criminales”? Todos absolutamente. Es algo que no tiene límites, y da lo mismo que las armas estén presentes o preconicen la paz universal, que se trate de organizaciones políticas, de grupos ecologistas o de simples usuarios de las redes sociales.
El Ministro del Interior, Gérald Darmanin, calificó a una organización kanaka, la CCAT (Célula de Coordinación de la Acción sobre el Terreno), de organización “mafiosa”.
La ONU considera a Nueva Caledonia como un territorio a descolonizar. Pero las protestas de Nueva Caledonia no surgieron por la autodeterminación de la colonia sino por un cambio en el censo electoral. Mientras los colonos (caldoches) defienden el cambio, los autóctonos (kanakos) están en contra.
Según dicen los manuales oficiales, la democracia, de la que Francia es estandarte, es un pulso de mayorías y minorías. Lo que no explican es el truco para convertir a una minoría en mayoría, y al revés. Sin embargo, eso es lo básico porque de esa manera la metrópoli, que es quien cambia el censo electoral, gana siempre.
El gobierno de Macron presenta así el cambiazo ante los medios: la reforma amplía los derechos de una parte de la población, autorizando su voto en las elecciones locales. Es un precedente, como si en las elecciones autonómicas de Catalunya pretendieran ampliar el derecho al voto de los turistas o de los emigrantes extranjeros porque eso es lo más democrático que puede haber.