Según Carlos Alfonso Negret, Defensor del Pueblo, desde enero de 2016, han sido asesinados 186 líderes sociales (sindicalistas, defensores de derechos humanos, indígenas y líderes de zonas campesinas) lo que equivale a que cada cuatro días es asesinado un líder social en Colombia. De enero a julio del presente año han sido asesinados 52 líderes sociales. Igualmente ha señalado que por cada líder asesinado hay 10 personas amenazadas de muerte. De otro lado, ya son 15 asesinatos de familiares y guerrilleros amnistiados de las FARC. Simultáneamente hay una preocupante oleada de judicializaciones.
A una sola voz, tanto el Ministro de Defensa Luis Carlos Villegas, como el Fiscal Néstor Humberto Martínez, se han apresurado a manifestar que estos crímenes no corresponden a una acción sistemática, que el Estado no tiene ninguna responsabilidad, reduciéndolos a hechos aislados o a delitos comunes inconexos entre ellos, en una vergonzosa expresión de encubrimiento a paramilitares y batallones militares que las autoridades civiles conocen pero prefieren mirar para otro lado; pero las denuncias de pobladores rurales también señalan una alianza de ciertos sectores políticos de extrema derecha con representación parlamentaria con los llamados clanes del golfo y otras expresiones para-estatales.
Es evidente que hay una intención clara de destruir el movimiento social, generar un clima de terror en las áreas rurales y producir nuevos eventos de desplazamiento. Lo que preocupa es que estos asesinatos se producen en zonas beneficiarias con circunscripciones especiales electorales y contra líderes que podrían ser los eventuales candidatos a corporaciones públicas, lo cual denota una acción pérfida, calculada desde dentro y fuera del Estado.
Es indignante que el gobierno subestime este extermino y de paso evada su compromiso de avanzar en el desmantelamiento del fenómeno paramilitar y la depuración de elementos criminales de la fuerza pública, tal como es su compromiso con los acuerdos de paz.
En los últimos días se ha conocido que un grupo no identificado está ofreciendo un millón de dólares por el asesinato de cada uno de los nueve miembros del secretariado de las FARC. El sistema judicial permanece impávido ante estas denuncias, ocupado como está en atravesar todo tipo de obstáculos al proceso de paz.
La guerra sucia continúa siendo funcional a los intereses del establecimiento; a pesar de afirmaciones en contrario la doctrina del “enemigo interno” no ha desaparecido, bajo sus manuales se siguen eliminando opositores al régimen. La movilización social debe expresarse en la calle para hacer retroceder semejante perversidad de las elites dominantes.
Eso era de esperar. De hecho y desde lo que yo sé y en consecuencia soy no cabía considerar ese "Proceso de paz" sino que como una traición a los intereses realmente populares a partir del momento en que se preconizo aceptar el desarme de los guerrilleros. Los más diversos pueblos del mundo deberíamos estar armados, tanto doctrinalmente como bélicamente. Lo contrario es traición a nuestros intereses, traición que nos deja en indefensión ante nuestros inicuos esclavistas.
La finalidad de los católicos esclavistas de las más diversas religiones, pero sobremanera de los católicos propiamente dichos, pasa por no compartir nada en pie de igualdad jurídico política con la moderna servidumbre. Y saben querer los medios como nadie para en este sentido imponerse. No hay más que ver el ejemplo histórico de ambas Américas en las que para imponerse barrieron a sangre y fuego con las culturas nativas para así poder cristianizar de forma sumamente eficaz a sus gentes, igual que hicieron con nosotros a la largo de estos dos milenios. Igual que lo hubieran hecho "Los Hermanos Musulmanes" en Oriente medio si no hubiera sido por la intervención de Rusia: Cosa que los yanquis no están dispuestos a perdonar y mucho menos consentir, de ahí que la guerra contra Rusia y aliados es previsible y no únicamente en su forma económica.
Así es como lo veo yo: Un guía, y no creo disparatar si afirmo que el mejor guía político antifascista de entre los posibles para la consecución de ese otro mundo posible y más que posible deseable, aunque difícil de lograr dado el enorme poder bélico y de inteligencia del enemigo y la enorme estupidez y falta de sentido histórico de las masas alienadas y por ello sin ideas, armas ni pasado.