Hace escasas fechas, la televisión francesa -el canal estatal Francia 3 en L’Ombre d’un Doute (La Sombra de una Duda)- hizo público un registro escrito donde se prueba que la difunta diseñadora (1883-1971) de modas era miembro de la Abwehr, la Agencia de Inteligencia Militar alemana. Tampoco se libran otras celebridades -algo ya sabido pero no reconocido oficialmente por las autoridades y gobiernos franceses- durante la II GM como los cantantes Edith Piaf -musa francesa de la posguerra-, Maurice Chevalier y el dramaturgo Sacha Guitry.
Según el documental, la complicidad de Chanel con los nazis comenzó en el momento en que se derrumbó el Ejército francés en 1940. Ella volvió a París poco después y se instaló en el Hotel Ritz -o sea, un chamizo- que, además de ser hotel, servía como cuartel general de la Luftwaffe en la Francia ocupada. Allí tuvo un romance con un oficial de la Gestapo llamado Hans Gunther von Dincklage y llegó a ser tan conocida en las altas esferas -casi como el «Pequeño Nicolás» nativo de acá- alemanas que fue enviada a Madrid en 1943 donde ella -se dice- aprovechó su pasada amistad con Winston Churchill para tratar de intentar una tregua con los oficiales ingleses de la embajada británica en Madrid. Churchill no la hizo ni puto caso (vería en ella una megalomaníaca como dicen que es «Nicolasín», tokayo mío).
Ya aprovechando que el Sena pasa por París, la Chanel -según el documental auspiciado por el historiador Franck Ferrand- utilizó su influencia con los nazis para tratar de recuperar un negocio de perfumería que ella le vendió a una familia judía en 1924. Ferrand decía que la diseñadora de modas tenía la esperanza de que las reglas alemanas que prohibieron que los judíos fueran propietarios de empresas, pudiera conducir a que la compañía fuera confiscada y le fuera devuelta por la puta cara, pero no pudo ser: la familia judía ya había vendido el negocio a un empresario alemán.
Finaliza el documental afirmando que estos tres personajes se vincularon a los nazis ocupantes más por interés de lanzar sus propias carreras «artísticas» -o sea, no por razones ideológicas sino oportunistas y rastreras (Nota mía, NB)- que por otra cosa. De hecho, la Piaf actuó dos veces en funciones privadas para los nazis alemanes, como Juanito Valderrama -había que comer- actuaba en los cortijos de los señoritos andaluces en plena posguerra española.