La policía le secuestró y le metió en el primer avión que despegó con destino a París, donde le esperaba la policía francesa para secuestrarle, aplicarle el estado de urgencia e imponerle una deportación forzosa.
El motivo es que en 2009 había sido condenado por “terrorismo” porque había estado en contacto con Al-Qaeda del Magreb Islámico a través de internet. ¿Con quién estaba en contacto exactamente? La policía francesa nunca pudo concretarlo, ni falta que hace.
Como se suele decir, le condenaron por la cara, por ser moro. Le impusieron cuatro años de cárcel. Pero lo peor es que una calificación como “terrorista” es la peste moderna, una maldición bíblica que no se acaba nunca.
Este tipo de represalias tiene por objeto crear personas dóciles, sumisas y aborregadas. Para demostrar “urbi et orbi” que era un buen ciudadano, Hicheur firmó un artículo de opinión en el periódico “Le Monde” contra el “terrorismo”, pero no le ha servido de nada.
En Suiza, donde se encuentra el laboratorio europeo de partículas CERN, no le dejan entrar por sus malos antecedentes en Francia. Es una cadena perpetua. Le han jodido la vida. Nunca más podrá volver a ejercer su profesión científica en ningún país del mundo.
En su editorial de 15 de setiembre la revista científica Nature exigía públicamente a Francia una explicación sobre esta arbitrariedad que, naturalmente, el gobierno socialfascista de Hollande no puede dar.
Afortunadamente un científico conocido como Hicheur puede dar a conocer la situación terrorífica que padece la población magrebí en Francia como consecuencia de la ola de islamofobia que padece Europa.
Hicheur ha podido recurrir su situación ante el Consejo de Estado francés, lo que no está al alcance de la mayor parte de los represaliados por la policía francesa en aplicación del estado de urgencia.
Es la típica noticia que los lectores jamás podrán obtener de los medios convencionales de comunicación, que no comunican nada. Más bien, lo que podrán leer será basura, como el diario brasileño Epoca, que en enero anunció en su portada la presencia de un “terrorista” acompañada de la típica foto policial.
Era la preparación represiva de las Olimpiadas del verano, otro caso de persecución indiscriminada del que las ONG humanitarias no se hacen eco porque no se ha producido en Corea del norte o en Venezuela sino en la cuna de los derechos del hombre: Francia.
El científico argelino se había establecido en Brasil en 2013 huyendo de la represión en Francia y del vacío que le habían hecho los centros de investigación de toda Europa como consecuencia de su condena por “terrorismo”. Como ha tenido que reconocer el Ministro de Justicia, en el país sudamericano no había nada en su contra.