El capitalismo en China empieza a presentar rasgos muy preocupantes. A los bajos índices de crecimiento se le suma un endeudamiento que es ya agobiante y las medidas del gobierno no parecen capaces de frenar el desplome.
Una de esas medidas ha sacudido a los buitres internacionales: China ha declarado que nunca admitirá la libre convertibilidad del yuan con el dólar. No van a dejar que la moneda china flote libremente en el mercado y sus emisiones estarán respaldadas por las reservas de oro del banco central que, por lo demás, son cada vez mayores.
El Fondo Monetario Internacional, que había incluido al yuan entre la cesta de monedas con la esperanza de que sujetara su cotización a los mercados, ve frustrada una de sus expectativas más importantes.
Pero decir Fondo Monetario Internacional es tanto como decir Estados Unidos. La medida de China no complace en Washington, cuya moneda no está respaldad por el oro, pero espera complacer a los capitalistas internacionales, porque el yuan si tendrá ese respaldo.
Eso significa que China da otro más en su competencia contra Estados Unidos y el dólar, cada vez más arrinconado. Ya sólo queda saber qué hará la propia China con las montañas de dólares de papel que tiene almacenados en la caja fuerte del banco nacional.
Además, en algún momento deberá hacer frenar la imparable burbuja de crédito, cuyo tamaño es superior a todo el sistema financiero estadounidense. El yuan amenaza con la esquizofrenia: será convertible en el exterior e inconvertible -y devaluado- en el interior por una política económica expansiva: más de 6 billones de yuanes de préstamos en los primeros tres meses de este año.
Marx diría que en una situación de profunda crisis, como la actual, no se trata de la moneda que arrojes al mercado, como cree la economía burguesa, sino de la que se queda dentro de él. “El oro circula porque tiene valor, el papel tiene valor porque circula”, escribió hace 150 años y, sin embargo, parece que fue ayer.