El sábado se produjo una violenta manifestación en la que la que se lanzaron botellas, latas y bombas de humo a la policía. Los disturbios comenzaron cuando la primera línea de la manifestación se acercó a Downing Street, la sede oficial del Primer Ministro. Hasta ese momento los manifestantes no hacían nada fuera de lo corriente: agitaban pancartas y golpeaban cacerolas.
Pero al Primer Ministro Cameron no le gusta el ruido de las protestas callejeras y la policía intervino para hacer cabalmente su trabajo: acallar la protesta. Hubo 30 heridos, de ellos dos policías, y 80 manifestantes detenidos.
El motivo de la convocatoria de la manifestación es significativo: protestaban por la reelección de Cameron como Primer Ministro. Parece que protestaban contra las elecciones, que es el colmo de la protesta porque va dirigido contra la democracia.
Pues no es así. Con toda la razón del mundo protestaban a favor de la democracia porque allá ocurre como acá. También allá las elecciones son otra farsa, por varios motivos que es interesante recordar.
Cameron gobierna en el Parlamento de Londres con una mayoría absoluta que no tiene en la calle contando votos. La mayoría absoluta se la proporcionan sólo el 23 por ciento de los electores. ¿Cómo es eso posible? La trampa es muy sencilla: las elecciones contradicen las matemáticas. La esencia de la democracia (“un hombre, un voto”) es mentira también en Londres. Es lo de siempre: las elecciones son una farsa.
La mayor oposición que tiene Cameron no está entre quienes no le han votado a él sino entre quienes no han votado a nadie porque están en contra de todos: contra el gobierno y contra la oposición. Ningún país capitalista prohibirá jamás el derecho al voto, pero sí prohibirá todos los demás derechos, como el de manifestación, el de huelga o el de asociación. Esa es la lección que hay que sacar de todo esto: el ejercicio del derecho de voto les refuerza, el de los demás derechos les debilita.
La verdadera oposición es, pues, la calle. Por eso en 2011 Cameron tuvo la feliz idea de castigar a los manifestantes quitándoles su vivienda. Todo comenzó en un barrio conflictivo (o sea, combativo) de Londres, Wandsworth, cuyo Ayuntamiento desahució a una persona de una casa de protección oficial porque su hijo participó en los disturbios que se produjeron aquel año.
A partir de entonces los Ayuntamientos de Nottingham y Salford y los de los distritos de Westminster, Greenwich, Hammersmith y Fulham en Londres anunciaron que se disponían a hacer lo mismo y Cameron también se apuntó. En unas declaraciones a la BBC dijo que los desahucios son una forma de “reforzar la responsabilidad en nuestra sociedad” y amenazó con que los manifestantes podrían ser desahuciados de sus casas. Incluso les insultó llamándoles ladrones: “deberían haberlo pensado antes de empezar a robar”.
¿El Primer Ministro llamaba “ladrones” a los manifestantes?
Pero tampoco olvidemos el componente cualitativo del asunto, que es el más importante: no se trata de cualesquiera clase de manifestaciones sino de aquellas que estallan en los barrios obreros más humildes de Londres. Ese es el verdadero objetivo y el verdadero riesgo en Londres y en todo el mundo capitalista: los sectores más explotados de la sociedad.
En efecto, ¿a qué se refería Cameron cuando llamaba “ladrones” a los manifestantes? No se refería a los asaltos a los comercios y tiendas sino al hecho de que ocupaban una vivienda pública, es decir, a que protestaban contra el Estado que les había entregado una casa “generosamente”.
El Primer Ministro no cejó en proferir amenazas de todo tipo: “durante mucho tiempo se ha tenido una actitud muy suave respecto a personas que roban a su propia comunidad”, y añadió: “Si vives en una vivienda municipal, tienes una casa con descuento respecto a otra gente que tiene que pagar y debería suponer algo de responsabilidad”.
“Si haces eso [te manifiestas] deberías perder tu derecho al tipo de vivienda que tienes si accedes a una subvención”, añadió Cameron inmediatamente después de los disturbios.
Según la legislación británica, los ayuntamientos sólo pueden desahuciar a personas que viven en viviendas protegidas si están implicadas en “desórdenes” en su barrio. Entonces los habitantes de los barrios se desplazan a otros barrios para manifestarse. La prensa británica lo llama “turismo de disturbios”. Eso es lo que ahora quieren impedir.
Para que se hagan Ustedes una idea de la dimensión del problema, les diremos que durante las manifestaciones de 2011 murieron cinco personas y la policía detuvo a 1.600 “alborotadores”, de los que 800 acabaron ante los tribunales, alguno de ellos acusado de asesinato.
Ahora háganse Ustedes la siguiente pregunta: ¿por qué en Inglaterra castigan a los manifestantes privándoles de su derecho a la vivienda y no de su derecho al voto? Si Usted pudiera elegir, ¿prefiere que le quitan su casa o su voto?