Canadá es un país de emigrantes, es decir, la típica colonia en la que los recién llegados mataron a los habitantes originarios y, a partir de un determinado momento, quisieron cerrar el grifo a la segunda ola de emigrantes.
Pero, como ya relatamos, a Canadá siempre le interesó la importación de mano de obra cualificada, para lo cual abrieron las universidades a los estudiantes extranjeros… para volver a cerrar el grifo de nuevo.
El número de permisos de estudio expedidos a alumnos extranjeros se ha reducido drásticamente, una política encaminada a controlar la inmigración temporal, con el objetivo de limitarla al 5 por cien de la población total para finales de 2026.
El país se enfrenta a varias crisis importantes: la inmobiliaria, que afecta a las principales ciudades, la saturación de los servicios públicos y la necesidad de alojar a los estudiantes internacionales.
Según Radio Canada, el Confederation College es un ejemplo emblemático, con una vertiginosa caída del 39 por cien en las inscripciones de estudiantes internacionales de primer año en comparación con el otoño del año pasado. Las proyecciones sugieren una posible disminución del 69 por cien de las admisiones internacionales en los próximos años. Esta situación es aún más alarmante teniendo en cuenta que estos estudiantes representaban casi la mitad del alumnado el año pasado, contribuyendo significativamente al dinamismo económico de las regiones anfitrionas.
Las universidades canadienses se ven particularmente afectadas por las restriccciones, en particular debido a la exclusión de ciertos cursos de formación estratégicos de los permisos de trabajo de posgrado. Es una paradoja: mientras el país enfrenta carencias críticas en sectores como la educación infantil y la salud, los programas de capacitación correspondientes se encuentran excluidos de los mecanismos que facilitan la instalación de graduados. Para los establecimientos minoritarios de habla francesa, el desafío es doble: mantener su viabilidad financiera y al mismo tiempo preservar su papel crucial en la formación de los profesionales bilingües que Canadá necesita.
La nueva política migratoria amenaza con transformar el posicionamiento de Canadá en la escena educativa internacional. Considerado tradicionalmente como un destino preferido para la educación superior, el país ha visto su reputación sacudida por estas medidas restrictivas. Los establecimientos están tratando de adaptarse mediante la creación de fondos de reserva para amortiguar las fluctuaciones en las cifras de ingresos.
Sin embargo, esta situación plantea interrogantes fundamentales sobre el equilibrio entre controlar la inmigración y mantener el atractivo del sistema educativo canadiense, en un contexto donde la competencia internacional para atraer mano de obra cualificada se intensifica.