Hace un año Bill Gates y Paul Kagame escribieron un artículo conjunto para la CNN que se titulaba “Cada vacuna es una inyección de adrenalina en el corazón de la economía africana” (1).
Ya hemos explicado los manejos de Gates en Nigeria, que se pueden hacer extensivos a muchos países africanos que padecen sus experimentos seudomédicos en medio de la indiferencia total y absoluta que, por lo demás, es característica: el Continente Negro y su población le importan un bledo al mundo. Con ellos pueden hacer lo que les venga en gana porque nadie va a levantar la voz.
Sin que hubiera ningún muerto, Ruanda fue el primer país africano en imponer el confinamiento a la población (2), aunque en el Tercer Mundo no se debería utilizar dicho término porque la población vive al día. Confinar no significa otra cosa que reducir mediante el hambre, un instrumento de guerra muy utilizado desde la Antigüedad.
En el Tercer Mundo el confinamiento es una pura imposición del neocolonialismo porque si hay un lugar donde está claro que la pandemia es pura ficción es en el Hemisferio Sur. A fecha de hoy en Ruanda sigue sin haber ni un sólo muerto que imputar a la pandemia (3).
Con el confinamiento llegó el hambre y la muerte y el gobierno de Kagame tuvo que poner a las ONG en marcha para repartir alimentos y cuando los bancos de alimentos agotaron sus existencias, que fue muy pronto, iniciar la “desescalada”, otorgando salvoconductos para que la población pudiera buscarse la vida. De cara a la galería, el gobierno mantenía el guión con los neocolonialistas; el confinamiento seguía, pero la mayor parte de la población estaba en la calle.
En marzo Babyl, la sucursal de Babylon en Ruanda, firmó un contrato de diez años con el gobierno de Kagame por el que cada ciudadano mayor de 12 años tiene acceso a consultas de salud digitalizadas, es decir, registradas, controladas y subvencionadas por Bill Gates.
En Ruanda la pandemia ha servido, pues, para imponer un sistema de dominación donde antes no lo había, siempre con el pretexto de promover la salud, de ayuda a los (inexistentes) servicios de sanidad y, sobre todo, de castración de las poblaciones africanas, o por decirlo más claramente: de exterminio.
Como ya hemos explicado en otras entradas, en la degenerada cabeza de Gates, las vacunas no son un instrumento de salud sino un medio para estimular el crecimiento económico, aunque hay que entender que se refiere a la de las grandes potencias imperialistas, no a la de países como Ruanda. Los países pobres deben seguir siendo pobres para que los países ricos puedan seguir siendo ricos.
Las vacunas que Gates financia no sirven a la vida sino a la muerte. Gates no quiere salvar vidas sino acabar con ellas porque, como él mismo ha repetido en muchas ocasiones, que la reducción de la población mundial es imprescindible para reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera.
“Hay 6.800 millones de personas en el mundo hoy en día. Deberíamos llegar a 9.000 millones. Con muy buenos resultados en nuevas vacunas, atención médica, control de la natalidad, tal vez podríamos reducirlo entre un 10 y un 15 por ciento”, reconoce este criminal en una entrevista.
(1) https://edition.cnn.com/2019/03/22/opinions/african-health-key-economic-growth-paul-kagame-bill-gates/index.html
(2) https://www.dw.com/en/coronavirus-rwanda-imposes-africas-first-lockdown/a-52878787
(3) https://www.worldometers.info/coronavirus/country/rwanda/
Más información:
– Sobornan con 10 millones de dólares a los diputados nigerianos para imponer la vacunación obligatoria