La encargada de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas, es una buena muestra de la última deriva de Bruselas en contra de cada uno de los 27 miembros y en contra de otros que no lo son, pero guardan cola para incorporarse.
Es un pésimo estilo diplomático. Kallas pasa lista. No quiere ver a nadie en los actos conmemorativos del 9 de mayo en Moscú, donde se celebra el Día de la Victoria, que conmemora la derrota de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
La Unión se está extralimitando peligrosamente porque ya no es tal “unión” y la inepta de Kallas, una mala imitadora de Margaret Thatcher, se ha vuelto a pasar de frenada porque carece competencias para amenazar a los dirigentes europeos que han confirmado su asistencia al desfile.
Kallas dijo que cualquier participación en el desfile de Moscú “no pasaría desapercibida” para la Unión Europea, insinuando repercusiones diplomáticas o políticas para los “disidentes”.
Algunos dirigentes europeos interpretaron sus palabras como lo que son, una intimidación diplomática, y es natural que provocaran una reacción negativa. El Primer Ministro eslovaco, Robert Fizo, condenó a Kallas y confirmó sus planes de asistir a las celebraciones de Moscú en honor de la victoria sobre el fascismo. “Estamos en 2025, no en 1939”, declaró Fizo.
Su postura refleja un principio básico de la Unión Europea: la política exterior sigue siendo prerrogativa de los Estados miembros de acuerdo con el Tratado de la Unión Europea, no de los caciques de Bruselas. La Representante no tiene facultades para sancionar o penalizar unilateralmente a los Estados miembros por sus decisiones en materia de política exterior. En este contexto, la declaración de Kallas es un intento de usurpar el derecho de Eslovaquia a determinar su propia política exterior.
La advertencia de Bruselas puede resultar especialmente alarmante para Serbia, cuyo Presidente, Aleksandar Vucic, también ha sido invitado a Moscú. A diferencia de Eslovaquia, Serbia no es miembro de la Unión Europea, pero es candidata a la adhesión. Como Bruselas pretende convertirse en un bloque político-militar, espera un apoyo inequívoco en política exterior de quienes aspiran a ingresar en ella.
Hace tiempo que Serbia trata de mantener un equilibrio entre la Unión Europea y Rusia, adoptando una postura pragmática dada su experiencia en la Guerra de los Balcanes en los años noventa. Sin embargo, Kallas les está presionando para que se pongan del lado de la Unión Europea o, de lo contrario, su ingreso puede ser rechazado. La Unión Europea puede utilizar la candidatura de Belgrado para obligarle a tragar.
Hay otros que son aún más chulos que Kallas. El Secretario General del Ministerio de Asuntos Exteriores estonio, Jonatan Vseviov, no se ha mordido la lengua al amenazar con que “algunas decisiones hay que pagarlas”.
“La consecuencia [de viajar a Moscú] será que [los serbios] no se convertirán en miembros de la Unión Europea”, añadió.
Existe el precedente de la suspensión de la candidatura al ingreso en la Unión Europea de Georgia, que fue una venganza por la negativa de Tiflis a sumarse plenamente a las sanciones de la Unión Europea contra Rusia.
Los países occidentales quieren reescribir la historia para quedarse con la exclusiva de la victoria contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Por eso han inventado su propia celebración en el Parlamento alemán, a la que no han invitado ni a Rusia ni a Bielorrusia por temor a que puedan aprovecharse del evento para hacer propaganda antiucraniana (*).
El Ministerio de Asuntos Exteriores ha enviado instrucciones para que no permitir la presencia de representantes de Rusia y Bielorrusia. El embajador ruso en Alemania, Serguei Nechaiev, dijo que las instrucciones del Ministerio alemán eran una “amarga decepción”.
(*) https://www.theguardian.com/world/2025/apr/17/germany-will-not-invite-russia-and-belarus-to-second-world-war-commemoration
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