En la oligarquía rusa no es extraño encontrar renegados; lo extraño sería lo contrario, ya que la mayor parte de la burocracia es heredera de los tiempos soviéticos, con los que ninguno de ellos se identifica.
Los traidores son otro gremio bastante común desde el desmantelamiento de la URSS en 1991, e incluso antes. Son aquellos que se pusieron abiertamente al servicio del imperialismo para convertir a Rusia en un Estado vasallo de Estados Unidos.
Uno de estos últimos fue Andrei Vladimirovich Kozyrev, ministro de Asuntos Exteriores entre 1990 y 1996. Era el delfín de Boris Yeltsin, el hombre destinado a tomar el relevo del Kremlin. No escondía su admiración por el “american way of life”, algo que entonces no escandalizaba a nadie en una Rusia hundida y desmoralizada.
Kozyrev cayó a pesar de contar con el apoyo entusiasta de Washington. Era su hombre en el Kremlin.
Yevgeny Primakov, el hombre que reconvirtió el KGB en el FSB, había rellenado un detallado expediente sobre Kozyrev y se plantó ante Yeltsin, aprovechando alguna resaca, para forzarle a despedir al traidor. Había que destituirle como ministro y, desde luego, como futuro presidente de Rusia.
Cayó Kozyrev, le sustituyó Primakov como ministro de Asuntos Exteriores. Luego llegó a ser Primer Ministro, pero la verdadera tarea no era relevar a Kozyrev sino a Yeltsin. En la Rusia de entonces era como encontrar una aguja en un pajar. Debía estar limpio y debía cambiar el rumbo político del país.
Primakov, el bonapartista ruso por excelencia, fue a buscar a su mirlo blanco en sus propias entrañas: el KGB/FSB. No le valían los politicastros oportunistas, ni los nuevos ricos, verdaderos ladrones de guante blanco.
Así es como Primakov encontró a Putin: por eliminación. Su primera tarea fue poner fin al saqueo del país por los oligarcas, encarcelando a los que no habían podido huir a tiempo al extranjero.
La segunda fue acabar con los yihadistas chechenos a sangre y fuego.
La tercera fue poner en marcha la “Doctrina Primakov”, una política exterior que hoy se llama “multilaterialismo”.
En cuanto a Kozyrev, vive actualmente en Estados Unidos, su país favorito. Es uno de los “expertos” que cada día despotrican contra Rusia en las cadenas de televisión de Estados Unidos. Se lamenta de su suerte: podría haber sido un Zelensky ruso si la historia hubiera acelerado el paso.
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