Ahora ha ocurrido lo que corresponde tras un golpe de Estado: Temer vuelve por sus fueros y anula dichas medidas. El 16 de octubre se ha redefinido el concepto legal de “trabajo esclavo” o “forzoso” a conveniencia del explotador.
Las circunstancias degradantes ya no son motivo suficiente para acusar a un capitalista de ser un negrero. Para que haya trabajo esclavo es necesario que, además de prohibir a los trabajadores circular libremente, se les amenace físicamente o se les imponga un aislamiento extremo.
En 2000 Brasil implementó un plan de lucha contra la esclavitud y anualmente se empezó a publicar un listado de los empresarios condenados por contratar mano de obra esclava o en condiciones severas de explotación laboral.
La mayor parte de los casos conocidos de esclavitud se han producido en la agricultura y la construcción, pero las grandes multinacionales se han visto salpicadas por denuncias constantes de obreros de empresas subcontratadas.
Dichas denuncias afectaron al monopolio español Zara así como a la presa de Jirau, en la Amazonia, un proyecto de la empresa francesa Engie.
Las normas de la OIT contradicen la nueva definición que ha introducido el gobierno golpista de Temer en Brasil. No se trata sólo de la restricción de la libertad de movimientos a los trabajadores, sino que hay más indicadores: confiscación de salarios o de documentos, violencia física o sexual, amanazas e intimidaciones y deudas impuestas de manera fraudulenta.
El Índice Global de Esclavitud 2016, que publica anualmente la organización de ayuda Walk Free Foundation en Australia, define la esclavitud como una “situación de explotación a la que una persona no puede negarse debido a amenazas, violencia, coerción, abuso de poder o engaño” (*).
Dicha organización asegura que en el mundo hay 45 millones de trabajadores están sometidos a condiciones laborales de esclavitud, de los que 16 pertenecen a sectores privados, como el doméstico, la construcción o la agricultura. Además, 4,8 millones son objeto de explotación sexual y 4 millones trabajan de manera forzosa por imposición de alguna autoridad pública.
El año pasado tres individuos de la misma familia en Reino Unido fueron encarcelados por forzar a Michael Hughes, de 46 años, a realizar trabajo forzado por casi nada de dinero. Le obligaron a trabajar para la familia durante más de 20 años llevando a cabo tareas de construcción.
Hughes dijo que tenía que vivir en un cobertizo de 1,2 metros en el jardín, sin calefacción ni agua corriente durante dos años.
Poco después otro británico fue encarcelado por dos años en el primer caso de un hombre que mantiene a su esposa bajo servidumbre doméstica. La esposa fue torturada, forzada a hacer todo tipo de labores y no tenía permitido salir de la casa.
(*) http://www.bbc.com/mundo/internacional/2016/06/160601_esclavitud_moderna_global_men