¡Bienvenidos al socialismo!

Darío Herchhoren

La excusa de la pandemia de coronavirus, sirve para muchas cosas. Entre otras, para cargar sobre las clases menos privilegiadas el pago de esta macabra fiesta.

El imperialismo ha producido una de sus cíclicas catástrofes, que consiste en producir una enorme cantidad de mercancías que no tienen colocación en lo que se llama «el mercado». Pero ¿qué es el mercado? Se trata de una expresión ambigua, que tanto sirve para ofrecer trabajo a bajo precio, y entonces se trata del «mercado de trabajo», donde los trabajadores que solo tienen su capacidad de trabajo la cual venden a quien la compre, y el pago por esa venta depende de si hay demanda de trabajadores o no la hay. Si hay demanda de trabajo, los salarios suben y si no hay demanda o hay poca demanda, entonces los salarios bajan.

Esta sencilla ecuación tiene sin embargo sus riesgos, y no el menor de ellos, consiste en que si hay muchos trabajadores sin empleo, o con empleos precarios, y con salarios de mera subsistencia, se corre el peligro de que los trabajadores se organicen, hagan huelgas, protestas, y que al final se forme una bola de nieve que tenga tal volumen que sea imparable. Eso es lo que sucedió en los casos de las grandes revoluciones de la historia. Así sucedió en Rusia, en China y en Cuba.

Pero el capitalismo tiene también su «mercado de capitales», y ello consiste en que los bancos han acumulado tal cantidad de dinero que deben prestarlo, y a veces no hay quien pida dinero prestado, porque el dinero prestado por los bancos tiene el inconveniente de que hay que devolverlo. En ese caso, los bancos no pueden recibir dinero en depósitos, porque ya no encuentran a quien prestar ese dinero. No olvidemos que los bancos manejan dinero de los depositantes, y que al prestarlo corren el riesgo de que los que pidieron un crédito no puedan devolverlo, y si eso ocurre, el banco se encuentra con la dificultad de que no puede devolver lo que recibió, y a su vez no puede recuperar lo prestado, y si la situación se agrava entonces nos encontramos ante una bancarrota.

Esto suele tener un efecto dominó, es decir que las piezas del dominó están de pie una detrás de otra, y si una de esas piezas cae, empuja a la que stá delante, y entonces cae toda la fila.

Esto que parece un juego, no es ningún jolgorio. Se han juntado la crisis de superproducción, la enorme liquidez que tienen los bancos, y ello lleva a que se acumulan enormes stocks que no se pueden vender. Y esta cadena termina por romperse, y aquello de que el hilo se corta por lo más delgado tiene una aplicación en la práctica. Lo más delgado del hilo son los trabajadores, que solo tienen sus manos como único capital, y si la cadena se corta como parece que está ocurriendo ahora, nos encontramos ante una situación de quiebra generalizada. Y esto produce pánico entre los grandes capitales, que entonces se acuerdan de que existe el estado. Las ideas liberales y neoliberales, pregonan un estado flaco, delgado, y que no intervenga en la economía. Es el famoso «dejar hacer, dejar pasar».

El socialismo, preconiza justamente lo contrario de lo que acabamos de explicar. Los bancos están en manos del estado, que aplica políticas de fomento de las actividades económicas. La economía se planifica, y no existen las crisis de superproducción ya que las industrias en manos del propio estado fabrican solo aquello que está planificado para que no sobre ni falte nada. Los salarios están garantizados, no hay paro entre los trabajadores, ni tampoco hay inflación.

Parece que vivimos en el país de las maravillas de Alicia. Pero no hablamos de fantasías sino de hechos reales. En el socialismo las cosas funcionan así. Basta ver como vive el pueblo de la República Popular y Democrática de Corea y el pueblo cubano.

La crisis que el capitalismo venía anunciando para el año 2020, al fin se ha mostrado tal cual es, con su cara fea, horrible, con sus parados por millones, con trabajadores con salarios bajísimos, y el capitalismo ofrece como solución a estos males el fascismo, con pleno empleo, con salarios muy bajos, sin derecho a huelga, con una enorme represión y con supresión drástica de derechos. El estado se pone al servicio del gran capital que vuelve a amasar grandes fortunas, y la rueda no se para. ¿Es esto lo que queremos? Seguro que no.

En este momento, la burguesía se prepara para un largo invierno, y para sortearlo pide al denostado estado que le ayude. ¡Socialicemos las pérdidas y privaticemos las ganancias! En este momento vemos con claridad que el coronavirus, no es más que una excusa, y ya se está poniendo en marcha el control de la población mediante la prohibición de circular por las calles, encerrándonos en casa. Es solo un ensayo de lo que la burguesía pretende. Hay que organizarse para no permitirlo. La burguesía quiere al estado solo cuando este se pone a su servicio.

Impidámoslo.

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