«No os regocijéis en su derrota -escribe en «La resistible ascensión de Arturo Ui» refiriéndose al fascismo-. Por más que el mundo se mantuvo en pie y paró al bastardo, la perra de la que nació está en celo otra vez». Y es que, para Brecht, sólo poniendo fin al capitalismo nos libraremos para siempre del fascismo, porque éste no es sino la respuesta que el primero adopta cuando sus contradicciones se lo exigen. Y es que, también, «¿de qué sirve decir la verdad sobre el fascismo -que se condena- si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina», dirá en «Las cinco dificultades para decir la verdad» donde aclara que «el fascismo no es una plaga que tendría su origen en la ‘naturaleza» del hombre’, ni menos una «calamidad natural».
En este trabajo concluirá nuestro autor, siempre radical ergo: ir a la raíz de las cosas, que eso es ser radical, y no andar por las ramas, que «la gran verdad es esta, que nuestro continente se hunde en la barbarie porque la propiedad privada de los medios de producción se mantiene por la violencia». Y añade: «¿de qué sirve escribir valientemente que nos hundimos si no se dice claramente por qué?»
En «Loa de la dialéctica», un poema, escribe en un pasaje: «¿Quién podrá contener al que conoce su condición? Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana y el jamás se convierte en hoy mismo».
La misma idea aparece en otros poemas, como «No aceptes» que dice:
No
no aceptes lo habitual como cosa natural.
Porque en tiempos de desorden
de confusión organizada
de humanidad deshumanizada
nada debe parecer natural.
Nada debe parecer imposible de cambiar.
En su poema «O todos o ninguno» exhorta a la unidad de clase, la unidad de los trabajadores: «O todos o ninguno. O todo o nada. Uno solo no puede salvarse. O los fusiles o las cadenas. O todos o ninguno. O todo o nada». Tal proceso de emancipación, antes o después, inexorablemente, exigirá de la violencia revolucionaria. Brecht viene a realizar una defensa implícita de la misma, al recordarnos la violencia sistémica que la provoca. Es el caso del poema «Muchas maneras de matar» donde podemos leer: «Hay muchas maneras de matar. Pueden meterte un cuchillo en el vientre. Quitarte el pan. No curarte de una enfermedad. Meterte en una mala vivienda. Empujarte hasta el suicidio. Llevarte a la guerra, etc. Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado». Y es que la ideología dominante siempre criticará -por la cuenta que le tiene y le trae- la respuesta de los trabajadores, calificándola de «radical y violenta».
Brecht, genial, escribirá: «Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime».
Buenos días.