En 1974, en plena Guerra Fría, Günter Guillaume protagonizó uno de los mayores escándalos de espionaje de la posguerra en Europa, acabando con la carrera política de su mentor, el canciller alemán Willy Brandt, y sobre todo, con su política de acercamiento a los países del este de Europa.
Guillaume era la sombra de Willy Brandt, su fontanero.
Willy Brandt había sido proclamado canciller de la República Federal Alemana en 1969. Era el primer socialdemócrata que ocupaba ese cargo después de la Segunda Guerra Mundial, en el que destacó por su Ostpolitik.
Guillaume trabajaba para la Stasi, el servicio de inteligencia de la República Democrática Alemana. Destinado en Alemania Occidental, Guillaume se convirtió en secretario de Willy Brandt y en 1974 se destapó su verdadera personalidad, junto con su esposa, como agentes encubiertos de la República Democrática Alemana al otro lado del Muro.
Fue detenido y encarcelado. El canje de espías se celebró en 1981 con el protocolo típico de la Guerra Fría. El matrimonio Guillaume, que aparece en la imagen de portada, fue condecorado con las más altas distinciones.
Tras la caída del Muro, cuando se conocieron los informes confidenciales que Guillaume enviaba a la Stasi, se vio que no había nada realmente relevante. Mucha paja sobre la vida privada del Canciller, sus borracheras y sus desvaríos sexuales. O Guillaume no se enteraba de nada, o si se enteraba, no les informó.
A través de los medios de intoxicación, Estados Unidos magnificó la labor de zapa de Guillaume, contribuyendo a la leyenda sobre la Stasi, que llega hasta la actualidad: un organismo omnipotente que manejaba las vidas de las personas a ambos lados del Telón de Acero..
No había ninguna red de espionaje de la Alemania oriental, ni en el Estado, ni en el Partido Socialdemócrata. La campaña fue, más que nada, mediática y su verdadero objetivo no era Guillaume, sino Willy Brandt o, mejor dicho, la Ostpolitik. Hoy es evidente que Estados Unidos organizó la OTAN en la posguerra para enfrentar a Alemania con Rusia, lo cual no es más que una continuación de la misma política británica de los años treinta.
El Der Spiegel lo resumió muy bien hace unos años: “La caída del jefe de gobierno por un agente es una debacle para la política de Alemania Occidental, y una ironía de la historia: precisamente Brandt, que como jefe de gobierno había impulsado la Ostpolitik y tratado así de superar el enfrentamiento con los estados comunistas de Europa del este, fue derrocado por espías de Alemania del este”.
No fue una “ironía de la historia”. Se llama de otra manera.