Dos proyectiles de mortero impactaron en la Zona Verde de Bagdad, donde se encuentra la embajada estadounidense, que fue atacada el martes por una multitud, dijeron funcionarios de seguridad irakíes y de la Zona Verde.
Al mismo tiempo, a menos de 100 kilómetros al norte, dos cohetes Katyusha cayeron en la base aérea de Balad, una enorme base irakí que alberga soldados y aviones estadounidenses. Inmediatamente después de los disparos, los aviones no tripulados estadounidenses volaron sobre la base para misiones de reconocimiento.
Esta semana Estados Unidos ha desplegado tropas adicionales para proteger su cancillería cuando el sentimiento antimperialista se ha encendido en Irak con el asesinato del general iraní Qassem Soleimani y de Abu Mehdi Al-Mouhandis.
Los llamamientos a la venganza se multiplican tanto en Bagdad como en Teherán. Desde finales de octubre, trece ataques con cohetes han tenido como objetivo los intereses estadounidenses en Irak, llegando incluso a matar a un subcontratista americano el 27 de octubre en una base del centro petrolero del país.
Nadie ha reivindicado, pero Washington culpa de los ataques a Hashd al-Shaabi, una milicia integrada en el ejército irakí.
La deriva pone de relieve que el motivo de la presencia de las tropas del Pentágono en Irak no tiene nada que ver con el Califato Islámico. Estados Unidos no tiene otro enemigo que Irán y las fuerzas que se oponen a su presencia militar en Irak desde hace 15 años.