El mecanismo para castigar a los culpables es el “big data”, o sea, la estadística aplicada a la información, en este caso a las vulneraciones de los derechos humanos. Los que trabajan en ello son los típicos seudocientíficos que se dedican a especular con números y cifras acerca de los asesinatos del gobierno de Siria. Pero como buenos “científicos” lo hacen de una manera “no partidista”. Ellos se enorgullecen de “hacer científicamente defendibles los argumentos basados en evidencias rigurosas”.
No hay nada más que echar un vistazo a la web para comprobar que se trata de una falsedad evidente: para todos esos “rigurosos”, en Siria no hay ni ha habido nunca más crímenes que los cometidos por el gobierno. Es más: en Siria no parece haber existido nunca nada parecido al yihadismo, un fenómeno que sólo se muestra en Bélgica, en Francia, en Alemania o… en los atentados de Atocha en Madrid. Ese es el yihadismo que duele y el único que se debe combatir. Ahora bien, si en Siria el gobierno quiere hacer algo parecido, entonces vulnera los derechos humanos.
Vemos un ejemplo: una de esas organizaciones que quiere responsabilizar al gobierno de Siria y que Amnistía Internacional utiliza como fuente en su informe de 6 de febrero, titula así un artículo:
Tribunal Antiterrorista en Siria: una herramienta de los crímenes de guerra
Imagínense ahora que ese mismo titular se refiere a España: Audiencia Nacional: una herramienta de los crímenes de guerra. ¿Qué les parece? (y no seguimos por esta vía porque nos ponemos de muy mal talante).
El truco de esos cantamañanas, al que califican como “ciencia rigurosa”, es muy viejo y con la apariencia de unas cifras y datos que asustan al más pintado se esconde lo realmente riguroso: ¿de dónde salen cada una de esas cifras y datos? Ni puñetera idea.
Hagan la misma prueba que nosotros (que no somos científicos); vayan al buscador e introduzcan la voz “Syria”, que les devolverá nada menos que 95 resultados. Luego traten de localizar las torturas practicadas recientemente por la policía francesa a un detenido negro al que violaron. No lo encontrarán; no encontrarán absolutamente nada sobre Francia. La cosa es tan graciosa que nosotros hemos incluido “France” en la ventana de búsqueda y nos aparece un informe sobre … ¡Siria!
Si buscamos por “United Kingdom” (Reino Unido) para encontrar violaciones de los derechos humanos, te devuelven 42 resultados que no tienen que ver con el Reino Unido sino con otros países, como Timor, Guatemala, Liberia y… ¡Siria otra vez!, ¡Varias veces!, ¡Maldita sea! Más que monotema, Siria es la paranoia total de estos “científicos”.
Así son de “rigurosos” los datos, sobre todo si no son cualquier clase de datos sino justamente “big data” de esos que marean a cualquiera. Detrás viene el típico que te presenta todos esos datos y te larga: “yo te hablo de datos y a partir de ahí tú puedes opinar lo que quieras”.
Sí, en efecto, ellos dan datos mientras que nosotros sólo tenemos opiniones, es decir, afirmaciones poco rigurosas, discutibles, con las que se puede estar de acuerdo o no. Pero con los datos, ¿quién no puede estar de acuerdo con un dato? Un dato no es opinable. Un dato es un hecho: la realidad misma.
Veamos quiénes son esos que (a diferencia de nosotros) hacen “ciencia rigurosa”: los fundadores de su tinglado, según confiesan ellos mismos (*), son defensores de los derechos humanos tan conocidos y “no partidistas” como… ¡Soros!, que aparece en todos las salsas habidas y por haber que se condimentan en el mundo. El resto de benefactores son más de lo mismo, empezando por la Fundación del nazi Ford, otra que tal, que les financió sus investigaciones en Kosovo, o el mismísimo Departamento de Estado, que les pagó los gastos en Liberia.