En los seres vivos más desarrollados, el sistema inmune, las llamadas “defensas”, es parte capital de la regeneración de los organismos y se define como la interacción dialéctica del antígeno (el virus, por ejemplo) y el anticuerpo (las “defensas”).
Ambos son decisivos para el organismo humano. Necesitamos los 400 billones (con b) de virus que componen nuestro cuerpo y que no vienen de fuera, no nos “atacan” porque un tercio de nuestro genoma procede de virus. Cada uno de nosotros es una gigantesca colección de virus.
Los virus de nuestro organismo interactúan con el sistema inmune, que se desarrolla gracias a ellos. La manera de cuidar la salud no es eliminar nuestros virus, lo cual es imposible, sino reforzar nuestro sistema inmune.
A los virus se les imputan muertes cuyo origen está en la debilidad del sistema inmunitario, como demuestra dramáticamente el caso de los ancianos que todos los años fallecen como consecuencia de la gripe o de cualquier otra enfermedad calificada como “oportunista”, e incluso de las olas de calor del verano. También es el caso de las personas hospitalizadas e hipermedicalizadas.
Recientemente un estudio publicado en el “Journal of Experimental Medicine” por Sophie Ugolini, directora de investigación del Centro de Inmunología Luminy (*), ha vuelto a recordar los factores que preservan la inmunidad en buen estado, que no pueden ser más simples: tranquilidad, mantenimiento de los lazos sociales, higiene y actividad física.
El artículo destaca el impacto del estrés psicológico en la salud y en nuestras “defensas”, lo que contrasta fuertemente con la histeria desatada en el mundo entero con el coronavirus. La intoxicación informativa no sólo destroza los nervios a cualquiera sino que es un factor inmunosupresor, es decir, que destruye la capacidad de nuestro organismo para superar las alteraciones de su funcionamiento.
La histeria es una fábrica de enfermos. Algunos se suicidan lanzándose por la ventana y otros languidecen en la UVI o tirados por los pasillos con ventilación asistida.
El artículo demuestra, por enésima vez, que la ciencia está muy lejos que haber llegado a esa unanimidad que algunos quieren aparentar para justificar la ley marcial. Uno de los dos bandos está completamente equivocado. O la terapia es el aislamiento, o la terapia está en las relaciones sociales. O la terapia es la vida sedentaria, o la terapia consiste en hacer ejercicio físico. O la terapia es el pánico, o la terapia está en mantener la calma.
¿El capitalismo necesita enfermedades?, ¿el capitalismo necesita enfermos?, ¿necesita histéricos? No cabe duda de que la ley marcial es una de las vías para lograrlo.
(*) https://rupress.org/jem/article/doi/10.1084/jem.20190554/133716/2-adrenergic-signals-downregulate-the-innate