La operación, llamada “Sanaa Árabe”, pretende aprovechar las divergencias aparecidas entre los hutíes de Ansarallah y sus aliados de Al-Moetamar, el partido dirigido hasta ahora por Ali Abdallah Saleh, que fue ejecutado el mismo lunes por romper la unidad entre ambas fuerzas.
Las fuerzas que encabezan los saudíes tiene pensado crear una tenaza atacando la capital con siete batallones desde varios frentes, especialmente por el este y el noroeste, donde cuentan con el apoyo de la tribu de los Jawlane.
Mientras, las milicias hutíes se preparan para una defensa en solitario de Sanaa, con la posibilidad que sus antiguos aliados se vuelvan en contra suya. La mayor parte de los comentaristas esperan su derrota, pero algunos destacan que Ansarallah puede salir reforzada de la guerra, creando un nuevo Hizbollah en la Península Arábiga.
Analizada con una perspectiva temporal, la unidad entre ambas fuerzas, Ansarallah y Al-Moetamar, era frágil. Mientras llevó las riendas de Yemen durante 20 años, el fallecido Saleh siempre fue un enemigo declarado de Irán.
Salvando las distancias, Al-Moetamar era el Baas de la Península Arábiga y Saleh siempre apoyó a Saddam Hussein, empezando por su guerra contra Irán en los ochenta, en cuyo bando combatieron muchos yemenitas.
Saleh también apoyó a Saddam cuando en 1990 el dirigente irakí invadió Kuwait y reprimió el levantamiento huti en 2004. Todo cambió tras la Primavera Árabe de 2011, cuando Saleh e Irán comenzaron a apoyar a los hutíes y, a la vez, se convirtieron en aliados entre sí.
La propia agresión saudí en 2015 reforzó esa alianza, que parecía sólida hasta que Saleh cambió de criterio, tendiendo una mano a Riad que, finalmente, le ha costado la vida.