Los iluminados que todavía creemos en la Revolución -que no es el Santo Grial, sino algo que se organiza, Lenin dixit-, no la concebimos en términos de historicismos positivistas decimonónicos, esto es, como algo que tenga que suceder porque lo dicen las sagradas escrituras. Todo consiste, repito, en la organización: por eso en las cárceles no hay más que presos políticos comunistas, antifascistas y patriotas pretendiendo frenar la historia aherrojando ideologías emancipatorias y la más alta expresión del humanismo socialista que es la voluntad de la mayoría trabajadora, la dictadura del proletariado. Como se ve, mi caquexia es galopante y mi «idealismo» incorregible.
El poder, el statu quo y el establishment tratará de amargar al pueblo, de rebajar sus conquistas, distraerlo, y ello sin rubor y en su nombre y, aún peor, halagándolo. Los vendepatrias, pesebristas, poltroneros, charlatanes hablarán de cautela, prudencia, paciencia y otras virtudes teologales. Tratarán de relajarnos. En especial a lo mejor y más lúcido y combativo de este pueblo.
Ya les puedo ver maquinando y tramando la mejor manera de engañarle y engatusarlo por enésima vez. Y no por una querencia monomaníaca de joder por joder: simplemente les vence la clase social a la que pertenecen o a la que aspiran, la clase propietaria.
España, sus gobiernos, jamás fue democrática. Salvo episodios efímeros -la II República, el Trienio Liberal-, nunca hubo tics ni reflejos democráticos. La historia de España está jalonada de cruentas luchas para arrancar conquistas democráticas y sus consiguientes asonadas y trapisondas contrarrevolucionarias. Es la lucha de clases.
Desde mi mórbida decrepitud , hipnotizado como el Dr. Valdemar de E.A.Poe, espero que se escriban novelas que reflejen la rara belleza épica de este pueblo con letras de osadía. Y no por quienes, hasta ahora, lo han hecho desde una muelle y calculada equidistancia. Aunque todavía igual es pronto para Ossian. O no.