El PNV a veces quiere dar la sensación de correr de prisa pero no demasiado (allegro ma non troppo). El PNV habla de “modos y ritmos” pero dice vísteme despacio que tengo prisa. El PNV mira al cielo, se cae a un pozo (como Tales de Mileto que no era, afortunadamente, del PNV) y se saca del mismo tirándose de su coleta (como el Barón de Münchausen). El PNV es alotrópico y un día se levanta levógiro y otro se acuesta dextrógiro. O al revés, berdin da (es igual). El PNV dice apostar –costumbre muy vasca tratándose de juegos- a largo mientras pone palos a las ruedas a corto. El PNV es un partido eleático y elástico y piensa que el movimiento no se demuestra andando, sino en círculos (viciosos). El PNV, además, cree en la cuadratura del círculo y que el camello –ionizado dizque derretido en partículas subatómicas- pase por el ojo de una aguja (de coser). El PNV, la burguesía nacional, tiene en sus manos el proceso, se lo recuerda constantemente la reformista izquieda abertzale que se pone a rebufo de buen grado, y los dedos se le hacen huéspedes. El PNV sabe que Euskal Herria –o Euskadi- es una nación, pero ellos son una fracción de la oligarquía nacional española dominante. El PNV se hizo nacionalista con el incipiente capitalismo español y se hará separatista en una España roja. El PNV no se decide en si llevarnos al huerto o romper amarras.
De momento, como siempre, a verlas venir… en Catalunya. Y la izquierda abertzale lo mismo.